TEMPLARIOS DE LA T
La logia ha registrado sensibles pérdidas pero también se ha anotado notables éxitos. Desapareció un epígono brillante, publicista entusiasta de las ideas esenciales del cesarismo democrático formuladas por Vallenilla Lanz (el apologista de Juan Vicente Gómez), tan funcionales a los 31 años de T y a los célebres 12 encarnados por "el enano tenebroso" -como le llamara Fefé Valera Benítez a B conforme recapitulaba coloquial Bueyón Carvajal- igual conceptuado como "la venganza de T", al decir burlón de Felo Haza entre sorbos de café en Los Imperiales. Dicho ante un auditorio de connotados antiT formado por Chito Henríquez, Juan Ducoudray, Tulito Arvelo, Pedro Mir, José Espaillat, Telo Hernández y sus anexidades, entre las que me hallaba yo, a manera de prudente recordatorio felino.
Antes de partir de este mundo, el epígono ensayista de estilo grácil -mi amigo- nos inundó en sabatinas acerca de la imposibilidad matemática, ontológica, epistemológica, geopolítica y semántica, de digerir la democracia. Condenados como pueblo a avanzar a puntillazos benevolentes despachados por el gendarme necesario. O en su defecto, a progresar bajo la retórica escatológica del zorruno ilustrado, con el garfio ajustado a la garganta disidente. Operador efectivo, amén de ideólogo eficaz, mantuvo una página semanal de "inocentes" imágenes que conservaban fresca la Era de T o las añoranzas más cercanas de los interminables gobiernos de B, extraídas y sustraídas a golpe de tijera implacable de las destripadas colecciones de revistas y periódicos. Pobre historia. Petit Pays.
La otra pérdida irreparable la aportó el coleccionista. Fraguado en mi barrio, de estirpe pedagógica, su T era su mayor tesoro, que atesoraba como un niño, desde que en su infancia se identificara con R, el hijo mayor de T, a quien mantendría lealtad y visitaría en peregrinación devocionaria en su exilio madrileño. En la universidad fue de la Guardia Universitaria y en los mítines de reafirmación del parque representaba en la tribuna a la Juventud T de San Carlos. Cuando T fue ajusticiado encargó misas de intención por el eterno descanso de su alma siniestra, práctica que continuaría por el resto de su vida, en compañía aquelárrica de otros templarios de la T. Escapó a la furia de la turbamulta y fue a parar a Colombia. Al igual que su carnal el epígono, se enroló en las lides encabezadas por B y formó parte de su sombra semoviente de poder como medio de contraste civil ante tanto entorchado uniformado. Le dio por las estatuas y no quedó espacio público hábil para esa concesión sin su huella marmórea o fraguada en bronce.
Aficionado a la fotografía, competía con el carnal en eso de alimentar el recuerdo T en las páginas de los diarios, esperanzado en la llegada de Damien, el de La Profecía, para la resucitación de los fieles y la masificación del culto, más después que B nos abandonara y los dejara en desamparo. Ufano, había acumulado una formidable colección de todo lo que oliera a T: bicornios, sables, bastones, pistolas, bridas, monturas, espuelas, maletines, uniformes, gemelos, copas, cubiertos, carros, plumas, carteras, charreteras, pisapapeles, sillones, pañuelos bordados con sus iniciales, cubrecamas blasonados, cremas blanqueadoras y alisadoras de pelo, retratos al óleo de T y su familia, chapas de bronce, bustos, cuadernos escolares con su estampa, la de sus hijos R, A y R, doña M, mama J y don JTV. Sellos postales, matasellos, monedas y billetes conmemorativos, libros, almanaques, álbumes de Oro, de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, emblemas del PD, carteles de campaña, boletas electorales, cartillas cívicas. En fin, todo lo necesario para el Gran Mausoleo, cuando llegue la hora. Un verdadero reservorio de T en su más pura esencia, coleccionado con esmero del mayor fervor paulino.
Pero no todo han sido bajas en los últimos tiempos. En un año tenido por maldito en el mundo, descuadrado el crecimiento del PIB por el impacto de la crisis financiera internacional, las señales de recuperación de las tendencias favorables a T y su retorno triunfal se hicieron más que evidentes. Claramente reconfortantes en el mundo editorial y cultural, en bolsones de poder y en algunos medios de comunicación permeados por una plasticidad ética acomodaticia. La rehabilitación ha ganado momentos a los ojos de los templarios de la T, congregados en sesiones de reafirmación de la fraternidad y en cenas amables de coordinación.
Primero fue la hija de R quien con todo derecho lanzó su testimonio autobiográfico, reciclado por arte de nigromancia en novela y puesta a ganar el galardón oficial otorgado para ese género en el certamen nacional de literatura. A 60 años de la expedición de Luperón, 50 de los desembarcos libertarios del 59, todos en junio, y en víspera del 30 de mayo, el Estado dominicano -como si se tratase de un desagravio llegado con retraso- premiaba una obra en la que se edulcoraba el cobarde asesinato de Hacienda María del 18 de noviembre de 1961, un hecho histórico real no ficcional, a cargo del ya entonces experimentado adicto a torturas y fusilamientos masivos practicados en San Isidro en 1959.
Luego vendrían las memorias del Johnny, el Abbes García. Autodefinido como un "técnico seco" en materia de inteligencia y seguridad de Estado, el cronista hípico de La Nación, ameno contertulio de la peña de la Farmacia Gómez y dirigente de la burocracia deportiva, relata su metamorfosis azteca que lo lanzó a la arena internacional del espionaje, en episodios audaces que ya Juan Ducoudray, exiliado a la sazón en México y antes en Guatemala, nos había contado en las mil peñas que compartimos. Evitando auto incriminarse, el civil enganchado a coronel por virtud del dedo del tirano, narra las etapas de su ascenso al servicio de T, desde sus operaciones en México, Guatemala, Venezuela, hasta ganar la confianza que lo llevaría a conectarse con la CIA, buscar la sombrilla soviética en tiempos del cerco interamericano, incursionar en misión en Cuba en la antesala del triunfo fidelista, armar operaciones para derrocar a Castro.
Y de paso estructurar el reino de terror del SIM con los temibles cepillos tun-tun-tun que patrullaban las calles crispadas, las emisiones de Radio Caribe contra el clero, Betancourt y la OEA, y sentar en la silla eléctrica a lo mejor de la juventud dominicana. "Por la boca muere el pez", rezaba, macabra, una inscripción emblemática en la sede central del SIM. B, en combinación con R lo sacó del ruedo a la muerte de T y con Papa Doc ayudó a eliminar la estirpe de este monstruo tropical -con quien nunca hizo química-, mandado a quemarse en el infierno hasta con el pobre gato.
Otros libros han ambientado la resucitación de la T. Testimonios legítimos de gente de talento administrativo y probidad personal, orientados a mostrar la faceta gerencial del personaje, su modo de hacer negocios desde el poder absoluto, de ambicionar empresas altamente rentables formadas bajo el molde del monopolio y el más acabado tráfico de influencias, en un contexto de Estado manejado como la Hacienda Fundación. T gerente, genio de las finanzas. Biografías de todos los colores y odores, con bicornio y sin corona. Cronologías valiosas. Reivindicación de la cartilla cívica y la función de la delación. Españolete falangista comparando en la Academia de la Historia a los dos generalísimos: al ibero familiar, católico observante, que mataba por la "gracia de Dios" y que murió tranquilo en su cama y al tropical megalómano, insaciable en el sexo diverso -que le llevó a la muerte en el asfalto-, depredador de propiedades, familias y sueños, asesino de vara larga. En una velada en la que hasta los antiT presentes resintieron el maniqueísmo.
Memorias del viejo consiglieri con sus afectos y servicios a la causa T, armadas a pedazos como un puzzle forzado. Biografía de JA, el gallego secretario que jugó todas las bases como moneda de dos caras, hasta quedar arrollado por las ruedas asesinas de T en su exilio mexicano. Sangre en el Barrio de T para mostrar las claves del 30 de mayo y de paso detallar uno de los capítulos habaneros de los crímenes de T. Otros textos han documentado hasta la saciedad los nexos internacionales de T, desde la A hasta la Z, y ahora publicitan los archivos de R, el bonitillo con Ray Ban amigo del play boy P repudiado por éste al dejarlo enganchado en la transición, evidenciado en sus flaquezas por el propio T progenitor a propósito de su onomástico, conforme a MRV.
Tantas T nos han llevado, indefectiblemente, al último desaguisado de la hija de T, asistida por los templarios en su afán por resucitar el culto. Una vana pretensión de robarnos también la historia. De mancillar el vuelo de las Mariposas. Enlodar la estampa de hombres de la templanza de LAT. De vendernos la idea del gendarme necesario. Y devolver a contramarcha las manecillas del reloj.
Yo me crié en la Era de T rodeado en mi hogar de una galería de fotos de sus víctimas -los tíos que nunca conocí al igual que mi padre. Pienso hoy en mi madre Fefita, una madre coraje que nos educó con dignidad, alejados prudentemente de T, a una cuadra del Palacio. Generosa, solidaria y devota, la veo encabezando una hora santa en nuestra casa a intención de los jóvenes del barrio torturados en La 40 y encarcelados en La Victoria, en compañía de un grupo de madres, con los calieses ocupando la calle. Pienso entonces que los muertos todavía nos convocan como raíces troncales que nos amarran el alma. Para que la paloma siga su vuelo, libre.
Tantas T nos han llevado, indefectiblemente, al último desaguisado de la hija de T, asistida por los templarios en su afán por resucitar el culto. Una vana pretensión de robarnos también la historia. De mancillar el vuelo de las Mariposas. Enlodar la estampa de hombres de la templanza de LAT. De vendernos la idea del gendarme necesario. Y devolver a contramarcha las manecillas del reloj.
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