Un año de la invasión a gran escala de Ucrania

En la narrativa rusa, dentro de su esquema imperial no hay lugar para la identidad ucraniana excepto la sumisión a Rusia

Un residente busca sus pertenencias en un edificio de apartamentos destruido. (AP/Vadim Ghirda)

"Cuando imagino a un novelista preguntándose cuándo va a hacer que su héroe encienda un cigarrillo, o incluso un puro, mientras en Ucrania se masacra a cientos de miles de personas, mi admiración se mezcla con un toque de desprecio por estos creadores y por las obras que han producido.”

Soma Morgenstern, La huida y el fin de Joseph Roth, Ed. Liana Levi, p.145, 1997

Lo que describe este escritor judío de Galitzia (Ucrania occidental) es la huida y el sufrimiento de la población ante el avance bolchevique en los años veinte. En esta tierra empapada en sangre por el choque de imperios, ¿podría la historia repetirse sin fin? Hace exactamente un año que la invasión Rusa contra Ucrania perturba la tranquilidad del mundo entero. Cuando Vladimir Putin lanzó su "operación militar especial" el 24 de febrero de 2022, apostaba por el colapso del ejército y las autoridades ucranianas. Un año después, vemos una nación ucraniana unificada que lucha contra el invasor, y a un agresor ruso asediado y desacreditado.

La invasión rusa pretendía, ya en 2014 proteger a las poblaciones rusófonas del Donbass. En la narrativa rusa, dentro de su esquema imperial no hay lugar para la identidad ucraniana excepto la sumisión a Rusia. Pero cuando los soldados de V. Putin atacan ocho años después desde el norte y el sur, queda claro que V. Putin tiene otros planes además de defender a los rusófonos del Donbass. Su ejército viola constantemente el derecho internacional y comete crímenes de guerra contra la población que supuestamente defiende. El régimen ruso pretende encarnar un orden internacional alternativo, sin embargo está propagando la guerra. Su ofensiva ha tenido consecuencias desastrosas: cerca de 300.000 muertos -rusos y ucranianos, civiles y militares-, considerables daños materiales, ciudades completamente destruidas, como Mariúpol, con una población similar a La Vega. Los ataques rusos con misiles contra la población civil se han convertido en algo habitual: recordemos el ataque que destruyó el teatro de Mariúpol el verano pasado, quitando la vida de cientos de personas, o la destrucción hace unas semanas de un edificio en la ciudad de Dnipro, en el centro del país, que dejó más de cuarenta muertos, entre ellos niños. Según datos del ACNUR, más de 8 millones de ucranianos están registrados provisionalmente como refugiados en Europa. 5 millones de refugiados han recibido protección temporal en toda Europa.

La agresión rusa ha desestabilizado el comercio mundial y los mercados de alimentos y energía. En consecuencia, nos enfrentamos a un fenómeno de inflación que ha sobrepasado el 8% en República Dominicana, que sufren los consumidores del país. El mercado de la energía, especialmente el del petróleo y el gas está sometido a una presión considerable, con repercusiones directas en todos los hogares del mundo, de Santo Domingo a Bangkok, de París a Ciudad del Cabo. En su vecindad, especialmente en Asia Central, el imperialismo ruso es motivo de preocupación, también en términos de seguridad.

Rusia también alega que las sanciones internacionales en su contra ponen en peligro la seguridad alimentaria. La verdad es que las sanciones no afectan a los productos agrícolas y que son los países occidentales los que están poniendo en marcha iniciativas concretas para afrontar las devastadoras consecuencias de la agresión rusa en los países más vulnerables, incluidas las crisis alimentaria y energética. La UE ha trabajado incesantemente para aliviar el impacto del daño causado por la agresión. Desde la UE se han aumentado los fondos dedicados a combatir la inseguridad alimentaria para la región Caribe con €17 millones adicionales. Además, a través del programa “Solidarity Lanes”, la UE ha logrado liberar el camino para la exportación de 23 millones de toneladas de cereales y otros productos agrarios de Ucrania. De esta forma, los ucranianos, apoyados por los europeos, garantizan la continuidad de las exportaciones de cereales al resto del mundo. En cambio, Rusia está utilizando la inseguridad alimentaria como herramienta de chantaje político y no está cooperando en la aplicación del Acuerdo sobre los cereales del Mar Negro. Europa refuerza sus vínculos, especialmente con los países latinoamericanos, en los ámbitos de la salud, la educación, la agricultura o la lucha contra el cambio climático. Lejos de reforzar la soberanía de sus aliados, Rusia se aprovecha de las materias primas, como hace con el Grupo Wagner, que se apodera del oro de Sudán y Burkina Faso o los diamantes de la República Centroafricana.

En este triste primer aniversario, aunque Ucrania haya logrado importantes victorias contra Rusia, la guerra está tomando un giro cada vez más mortífero y devastador. La movilización de los Aliados para apoyar a Kiev se hizo más necesaria que nunca. La aceleración de la entrega de material militar y las reuniones internacionales en solidaridad con Ucrania, como las recientes cumbres de París y Kiev, y la de Bruselas el 9 de febrero, son pruebas de que la comunidad internacional y la Unión Europea han tomado en cuenta la prevalencia de este apoyo.

La mayoría de los Estados harán todo lo posible para exigir responsabilidades a Rusia y luchar contra la impunidad. No vemos ninguna señal de que Rusia esté seriamente interesada en negociar o en poner fin a la guerra. Al contrario, los ataques indiscriminados rusos contra infraestructuras críticas y objetivos civiles en Ucrania no cesan, Rusia se aferra a objetivos máximos -como reconocer los territorios anexionados ilegalmente como parte de la Federación Rusa- y utiliza una retórica nuclear irresponsable. Rusia podría poner fin a la guerra en cualquier momento cesando sus ataques y retirando sus tropas del territorio ucraniano. Estamos listos para abrir un proceso de negociación de paz continuo, y a obtener lo antes posible una paz completa, justa y duradera sobre la base de los principios de la Carta de las Naciones Unidas.

S. E. Sr. Eric Fournier, Embajador de Francia

S. E. Sr. Antonio Pérez-Hernández Torra, Embajador de España

S. E. Katja Afheldt, Embajadora de la Unión Europea

S. E. Sr. Stefano Queirolo Palmas, Embajador de Italia

S. E. Sra. Maike Friedrichsen, Embajadora de Alemania

S. E. Sr. Frank Keurhorst, Embajador de los Países Bajos