El circo republicano
Han fallado en seis intentos de elegir un presidente
Estados Unidos es un país de derechas, quien diga lo contrario no lo conoce. Republicanos y demócratas son la misma cosa en su esencia, y se considera demasiado de izquierda, o casi comunista, a quien crea en servicios de salud públicos eficientes, en una seguridad social estatal decente o en políticas abiertas a favor de los migrantes. Allí todo el sistema camina en función de un objetivo concreto: hacer riqueza. Y eso no es malo, para nada. ¿A quién no le gusta eso de tener dinero?
También es correcto decir que ambos bandos se han atacado políticamente desde la fundación de la nación porque uno o el otro decide mover un poco la aguja hacia la izquierda o la derecha, pero lo cierto es que, solo en contadas excepciones, provocadas por momentos históricos puntuales, han abandonado la seguridad del centro, lo que ha garantizado al país una operatividad y gobernabilidad envidiables para el resto del mundo.
Esa realidad ha cambiado notablemente desde que el radicalismo de derecha se apoderó del Partido Republicano. La aspiración de ese grupo ideológico, de sacar a los Estados Unidos de la seguridad del centro consensuado, ha provocado todo un disloque en un proceso político que en sus peores momentos encontró siempre espacios para dialogar y poner por delante la sociedad en su totalidad.
La radicalización en el Partido Republicano ha colocado a los Estados Unidos en una posición de vulnerabilidad, pues esa, la mayor agrupación política del país, anda partida entre los que intentan reinsertarla en la zona de seguridad y quienes buscan que permanezca en el extremo del espectro político. La mayor prueba de esta suerte de circo republicano, generado por las absurdas aspiraciones de los extremistas, es que un congresista se mantiene en su puesto a pesar de haber admitido que todo su currículo es una mentira, mientras la mayoría conservadora no pudo ponerse de acuerdo en elegir un speaker cameral en la primera votación, cosa que no pasaba desde hace un siglo.
El clima que hay en Washington no le conviene a nadie, ojalá retorne el balance, para el beneficio de todos.
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