No al trujillismo

Es llamativo el argumento de la fundación Rafael Leónidas Trujillo de que constituye un contrasentido que 50 años después de la desaparición del monstruo que fue el dictador, se le cohíban sus actividades en el país.

Es llamativo, pero falso.

Cada sociedad tiene el derecho, -es su deber sin duda- de establecer los mecanismos de defensa de sus valores frente a los ataques que pudieran provenir de los lobos disfrazados de ovejas.

Así como los judíos no aceptan juegos con el holocausto, la República Dominicana tiene el deber de defenderse de los cantos de sirena de los anti demócratas que quieren utilizar los mecanismos que les garantiza el sistema que ellos nunca aplicaron, para avanzar propósitos que podrían ser funestos para el país.

Lo que está en discusión no es si el dictador Trujillo hizo algunas obras de progreso material en los treinta oprobiosos años de su régimen, sino el impacto que tuvo la dictadura en la cultura política del dominicano, que todavía conserva traumas de aquel terrible período de nuestra vida republicana.

Nunca se podrá cuantificar cuánto perdió el país en desarrollo en esas tres décadas de dolor y sangre, como tampoco se puede aquilatar el valor que para las familias tuvieron tantos esposos e hijos asesinados en aquella cruenta pesadilla.

El trujillismo sólo debe servir a los dominicanos como recordación de lo que nunca deberemos volver a vivir en esta tierra.

atejada@diariolibre.com