Agigantarse en la derrota

El político que no aprende a gestionar el fracaso y a convivir con la derrota corre el riesgo de paralizarse ante la adversidad o de tomar un rumbo equivocado. En noviembre de 1960 Richard Nixon perdió el voto popular ante Kennedy por 0.003%, apenas 113 mil votos con 68 millones emitidos, pero no vaciló en concederle el triunfo. En junio pasado la diferencia en Perú entre Keiko Fujimori y el ganador fue de 0.248% (42 mil votos) y tampoco reculó, como no lo hizo el rival de Ortega en Nicaragua que cayó con un margen de 57% ni Hillary, que ganó el voto popular en una áspera campaña. Eso es lo del político profesional, porque como sentenció Nixon aquella vez: “Lo que distingue al buen perdedor es que hace recaer el enfado sobre sí mismo, no contra sus compañeros o contra sus victoriosos opositores”.