El imperio de la humillación

Toda persona tiene derecho a ser oída de manera pública y con justicia por un tribunal, lo mismo a que se le presuma inocencia hasta que exista una sentencia firme en su contra. Son derechos humanos esenciales y soportes de cualquier Estado democrático, lo que ha sido transgredido de manera aleve con los detenidos por los supuestos sobornos de Odebrecht. Si a intereses personales vamos, bien podría decir que no tengo velas en ese entierro porque no me unen vínculos de ningún tipo con los imputados, pero bajo ninguna circunstancia puedo coincidir o hacer coro con el infamante foro de insidias y vituperios que se ha instalado, el que desnaturaliza y canibaliza un proceso que debió ser ejemplo moralizador.