El teleférico de los pobres

Desde que el teleférico entró en operación, hay un ambiente de chercha en el que subyace un desprecio hacia los pobres, matizado por una politización que banaliza el tema del transporte. Que la pobreza se ve desde arriba; que pintan los techos para ocultar el arrabal. Es lo de menos, porque esa misma marginalidad es la que se observa, con menos dignidad, apretujados y sudorosos en un carro del concho. La discusión sería otra: la imperiosa necesidad de que exista un transporte público seguro y eficiente. Se burlan de los pobres los que creen motivo de escándalo sus viviendas destartaladas, y los que desde el confort se acuerdan de que existen únicamente cuando les sirven de pie de amigo a sus discursos demagógicos.