Estoicismo de Miguel Vargas

A Miguel Vargas en persona creo haberlo tratado tres veces. Una fue por una asignación de Aníbal de Castro en 1998 para la Revista Rumbo; otra al coincidir en filas de asientos en un concierto de Marco Antonio Muñiz y la tercera en una entrevista de Diario Libre. Pero siempre me intriga su actitud impasible ante la traición de amigos a los que ni menciona y a los que, cuando retornan de su aventura política, los recibe sin exigirles autocrítica. Ahora que padece una nueva fuga de “compañeros” que tuvieron cuatro años disfrutando de la alianza con el PLD, Vargas se ve imperturbable ya casi al final de una histórica gestión en la Cancillería, cuya evaluación de seguro que será contaminada por el encono y el revanchismo.