Hablar cuando sea necesario

En un momento de la gestión de Hipólito Mejía (2000-2004) sus asesores en comunicación le alertaron de una falla: la falta de moderación y prudencia al hablar le estaba haciendo daño. Aconsejaron que se diseñara una política oficial de comunicación del Gobierno, y que el presidente administrara más su “verbo”, que su contacto directo con la comunidad era positivo y que debía seguir haciéndolo, pero que cuando hablaba tres o cuatro veces al día sobre temas variados que no son necesariamente los de su interés o conveniencia, introducía mucho ruido y no permitía que la gente percibiera con claridad lo que hace o lo que se desea destacar de su gestión. Fue en vano que le recordaran, debido a su incontinencia verbal, que por la boca muere el pez y que como presidente debía hablar solo cuando se estimara conveniente.