La verdad no tiene dueño

Si los pontífices de la sociedad civil y algunos de nuestros sabelotodo comunicadores fueran aunque sea un poquito humildes y menos autosuficientes, caerían en la cuenta de que la soberbia es el primero de los siete pecados capitales y la fuente de muchos vicios. En esa corte hay que meter a los cabezas visibles de la mentada Marcha Verde, pretendidos rasero moral de la sociedad y encarnación del bien, a los que hay que recordar que la verdad no tiene dueño y que tampoco tienen derecho de denigrar a las personas e instituciones que no comulguen con sus puntos de vista. A esos impolutos e incorruptibles les digo que la lucha por adecentar la vida pública no es una demanda exclusiva de ellos, es de toda la sociedad.