Negocio bueno con socio malo

Apelé ayer a un par de refranes para retratar el trance en que se encuentran los que nadaron en las aguas de los sobornos de Odebrecht y no supieron guardar la ropa. Hoy no quisiera hacer leña del árbol por caer y menos cebarme en gente a punto de quedar como perico en la estaca, pero en las 58 Leyes del Poder de Juancito Trucupey, del fraterno Soto Jiménez, hay dos que les caben muy bien a los que metieron la mano: “No hay negocios buenos con socios malos por bueno que sea el negocio”, y “La avaricia rompe el saco”, que sientan bien a aquellos que semejan “el becerro manso, que mama su teta y la ajena”, y que hoy en su suplicio me hacen recordar que “a la mejor cocinera se le tizna la olla y se le ahúma el sancocho”.