No se trata de nombres
El afán para que sean llevadas personas “independientes” a la Junta Central Electoral tiene dos fallas de origen: de entrada se asume que el independiente es sinónimo de honrado y sin ninguna filiación; y también se obvia que el problema no es de personas pues el órgano electoral no es una isla aparte ni está exento de las carencias y deficiencias institucionales del país. Como si solo bastara el arribo a su seno de gente por fuera de las estructuras partidistas para hacerlo confiable y en capacidad de garantizar procesos electorales diáfanos. Pero además se trata de una discusión revestida de hipocresía, porque la comedia finaliza con los partidos virando las cartas marcadas con los nombres de sus “independientes”.
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