Partidos, los mismos partidos

Obligado por la dinámica de los hechos fijé temprano posición sobre el debate de la ley de partidos, y mi vaticinio fue que la comisión bicameral a la postre llegaría al atolladero al que nos tienen acostumbrados por casi 15 años. No era difícil la conclusión, pues la malformación que trae desde el vientre esta ley es que son los propios partidos los llamados a aprobarla, en los que no hay institucionalidad ni democracia interna. Lo que más deploro es ver cómo en vez de pedir cuentas a los partidos, muchas entidades sociales y medios de comunicación les hacen coro y los erigen como epicentro de la agenda nacional. ¿Cuándo nos cansaremos de que los partidos con sus líos internos copen la cotidianidad del país?