Políticos no, politicastros

El político dominicano, aunque se puede decir también que el del mundo, es lo más parecido a un cantante de ranchera mexicana, pues se canta y también se llora. Lo que critica desde la oposición lo hace cuando gobierna y viceversa. Confía tanto en la mala memoria del pueblo, que promete y no cumple e incluso hace lo que dice que no está haciendo. Para él no vale el dicho de que la buena fama se gana con realizaciones y rima con Becquer aquello de que las palabras son aire y van al aire. En nuestra fauna política se procede con desenfado; es el mundillo del descaro en el que no se guardan las apariencias y se vive de las murmuraciones. La apuesta de esos generales sin tropa es siempre al menos malo, nunca al mejor.