¿Cuánto vale tu voto?

Por ello esperamos que ningún ciudadano, rodeado de las debidas precauciones a que obliga la pandemia que azota al mundo y a nuestro país, se abstendrá de tomar parte en ese evento decisivo para el futuro de nuestra Nación.

Estamos plenamente convencidos de que una gran mayoría del pueblo dominicano espera con ansias el próximo 5 de julio, día en que, en un ambiente excepcional, está programada la celebración de las elecciones presidenciales y congresuales, en las que, más que la escogencia del presidente y el vicepresidente de la República y los miembros del Congreso Nacional, lo que está realmente en juego es la preservación y consolidación de nuestra frágil democracia y lo que ella significa para la libertad, la tranquilidad y el bienestar del pueblo dominicano. Por ello esperamos, que ningún ciudadano, rodeado de las debidas precauciones a que obliga la pandemia que azota al mundo y a nuestro país, se abstendrá de tomar parte en ese evento decisivo para el futuro de nuestra Nación.

Este acontecimiento reafirma nuestra preocupación , compartida por la sociedad dominicana, sobre la difícil situación por la que en todos los órdenes atraviesa nuestro país y nos hace reflexionar sobre las adversidades de distinta naturaleza que ha tenido que enfrentar nuestro pueblo y la tolerancia que hemos tenido los dominicanos, de soportar estoicamente las tantas desigualdades e iniquidades que nos afectan, sin hasta ahora reclamar ni protestar, de una manera continua, justa, pacífica y concertada, con el mismo coraje y decisión como han hecho a través de movimientos sociales varios pueblos del mundo, entre ellos vecinos y hermanos de nuestra región, salvo manifestaciones recientes como las de la Marcha Verde y la Plaza de la Bandera.

Esa preocupación y esas reflexiones nos llevan también al convencimiento de que somos una sociedad políticamente secuestrada y de que las próximas elecciones adquieren un especial significado, ahora más que nunca, para tratar de comenzar a romper esas cadenas, después de haber vivido tantas experiencias y sufrido tantas decepciones de diferentes gobiernos que no han satisfecho las necesidades básicas del pueblo dominicano,.

Esa preocupación y esas reflexiones deben servirnos de guía a la hora sagrada de depositar libremente y en secreto nuestro voto, sin dejarnos influenciar por la agobiante propaganda política que en mayor medida, por los recursos de que disponen, utilizan los detentadores del poder; ni doblegarnos; ni mercadear nuestro voto junto a nuestra dignidad y nuestra conciencia a cambio de dádivas y limosnas; ni claudicar ante los temores y las amenazas; ni ante las injusticias; ni ante los atropellos; ni ante el soborno; ni ante promesas que no se cumplen; ni ante políticos inescrupulosos y deshonestos que busquen medrar y enriquecerse a la sombra del poder sin importarles el bien común y los intereses de la Nación.

Cuando nos encontremos en la soledad de la urna, con la sola compañía de nuestra conciencia, debemos usar nuestro voto para optar por la alternabilidad en el poder y rechazar la elección de políticos y gobernantes que pretendan permanecer y perpetuarse en el poder, aún a costa de vulnerar los límites constitucionales de su mandato. Ese continuismo político no es saludable para la democracia, sobre todo si no significa un cambio en la forma de gobernar y se encuentra representado por la misma gente con los mismos vicios. Ahí se origina el irrespeto a las instituciones, la violación de la Constitución y las leyes, la corrupción, el uso abusivo de los recursos del Estado, el nepotismo, el clientelismo, el culto a la personalidad y otras actitudes que prostituyen la democracia, creando desigualdades, iniquidades e injusticias que laceran la dignidad y el bienestar del pueblo.

Debemos optar por políticas , políticos y gobernantes que representen el cambio, que entiendan y se comprometan a compartir una agenda con el pueblo y a mantener un contacto directo y permanente para conocer sus necesidades, urgencias y prioridades y procurar resolver sus problemas, de TODO EL PUEBLO, no solo de una parcela política, o peor aún, de un grupo de funcionarios que pretendan enriquecerse en el poder.

Para ello, debemos usar el poder y el valor de nuestro voto. ¿Sabes cuánto vale tu voto?. Tiene el mismo valor que el de cualquier otro ciudadano, aunque éste sea uno de los candidatos presidenciales o el propio presidente de la República. Y lo más importante aún, su valor es el mismo que el de tu conciencia y tu dignidad como ser humano.

Mejor que nosotros, nuestra preocupación y reflexiones, las expresa magistralmente el ilustre educador y sociólogo don Eugenio María de Hostos, de la siguiente manera: “Derecho no ejercitado no es derecho. Ejercitarlo es cumplir con el deber de hacerlo activo, positivo y vivo. El que abandona en un momento de desidia su derecho; el que no siente lastimado el suyo cuando lastiman el de otro; el que sordamente se promete cobrar por medio de la fuerza la justicia que se resiste pedir al tribunal; el que ve sin sobresalto la violación de la ley; el que contempla indiferente la sustitución de las instituciones con la autoridad de una persona; el que no grita, ni gime ni brama, ni protesta, cuando sabe de otros hombres que han caído vencidos por la arbitrariedad y la injusticia: ese es cómplice, o autor, o ejecutor de los crímenes que contra el derecho se cometen de continuo por falta de cumplimiento de los deberes que lo afirman”.