Qué pena, PRD

Los incidentes de ayer en la Casa Nacional del Partido Revolucionario Dominicano demuestran hasta dónde ha llegado la sinrazón en ese partido y de lo que son capaces sus dirigentes para dirimir sus diferencias personales.

Porque no son diferencias ideológicas, ni políticas. Son personales y de control de una organización que ha perdido el rumbo por las apetencias de sus dirigentes.

El pueblo dominicano observa con preocupación el camino que ha tomado el que debiera ser el principal partido de oposición. El feo espectáculo de ayer debe ser la última de las tragedias que monte ese partido, cuya militancia sensata esperaba otra conducta. Renunciar al diálogo es lo último que deben hacer los líderes.

El feo espectáculo de ayer ofrece mucho material a los opositores de ese partido para descalificarlo como opción democrática. Si no existe voluntad de conciliación, de reconocer al otro como interlocutor válido, el país le quitará el apoyo y morirá esa organización.

Qué pena, PRD. Peña Gómez debe estar llorando.