Realidades

En Juana Méndez, ayer dialogaron dos realidades: una, de un país que podría, pero no lo hace, y otro que no puede.

Uno, que tiene todas las condiciones para garantizar ciertas condiciones de vida civilizada, pero no actúa, y el otro que ni la ayuda internacional ha podido levantar. (O quizás no se quiere levantar).

De esta introducción, surge la interrogante que motiva esta entrega. Vamos a suponer que la República Dominicana se comprometa a hacer respetar su ley de migración, sus leyes de comercio y su Constitución, así como todas las demás normas de su ordenamiento jurídico. ¿Podrá hacerlo? ¿Querrá hacerlo? ¿Dispondrá de los recursos para lo importante, y no sólo para lo superfluo? ¿Se cansará a las dos semanas cuando ya el tema salga de los diarios?

El compromiso de organizar a este país para que todos podamos vivir en paz no termina en la frontera con Haití. Comienza en el tránsito, en la escuela, en los hospitales, en eliminar la impunidad a todos los niveles, en deshacernos de tantas distorsiones, "padres de familia", compras amañadas y favores políticos.

Ojalá el tema haitiano nos provea de la fuerza necesaria para hacer lo que nunca hemos hecho: organizar el país, de acuerdo con las leyes que nosotros mismos nos hemos dado. Si así fuera, sin quererlo, Haití nos habrá dado la oportunidad de realizar nuestra verdadera independencia: la de librarnos de los vicios propios.

atejada@diariolibre.com