"Retrocedimos 50 años", lamentan agricultores de Pakistán tras inundaciones

Más de 33 millones de personas se vieron afectadas por las inundaciones debido a precipitaciones sin precedentes en Pakistán meridional

Un agricultor camina cerca de un campo de algodón inundado en Sammu Khan Bhanbro. (AFP)

"Retrocedimos 50 años", lamenta el agricultor Ashraf Ali Bhanbro, cuyas cerca de 1.000 hectáreas de algodón y caña de azúcar -a punto de ser cosechadas- quedaron destruidas por las inundaciones provocadas por lluvias monzónicas sin precedentes en Pakistán.

La provincia de Sindh, en Pakistán meridional, está atravesada por el caudaloso río Indo, en cuyas orillas hubo una floreciente agricultura durante milenios, con sistemas de riego establecidos 4.000 años antes de nuestra era.

La región se enfrenta a un doble problema: se registraron precipitaciones récord a nivel local, pero el agua no tiene por dónde fluir, ya que el río Indo se encuentra en su nivel más alto debido a sus afluentes del norte, y desborda en varios lugares. 

"En un momento dado, llovió durante 72 horas sin parar", explica Bhanbro, añadiendo que perdió al menos 270 millones de rupias paquistaníes (unos 1,2 millones de dólares) sólo en insumos.

"Ese era el coste de los fertilizantes y los pesticidas. Sin incluir los beneficios, que podrían haber sido mucho mayores porque era una cosecha excepcional", detalla.

A menos que sus tierras puedan ser drenadas, los agricultores como Bhanbro no podrán sembrar trigo de invierno, un cultivo vital para la seguridad alimentaria del país.

Pakistán fue autosuficiente en su producción de trigo, pero más recientemente depende de las importaciones para asegurarse de que sus silos estén llenos, en el marco de sus reservas estratégicas. 

 "Estamos perdidos"

Más de 33 millones de personas se vieron afectadas por las inundaciones debido a precipitaciones sin precedentes en Pakistán meridional, una de las regiones más afectadas del país.

Islamabad difícilmente puede permitirse importar de Rusia grano incluso con descuento, como se está considerando.

El país debe miles de millones a sus acreedores extranjeros, y sólo la semana pasada logró convencer al Fondo Monetario Internacional de que reactivara un préstamo de rescate que ni siquiera puede pagar su deuda externa, y mucho menos hacer frente a los daños causados por las inundaciones, estimados en 10.000 millones de dólares.

La devastación es impactante desde la carretera elevada que une Sukkur con Sammu Khan. En muchos lugares hay agua hasta donde alcanza la vista.

En los campos inundados de cultivos de algodón, las hojas se volvieron marrones y las cápsulas son casi imposibles de encontrar.

Los grandes terratenientes probablemente resistirán a las inundaciones, pero decenas de miles de agricultores se enfrentan a inmensas dificultades. Muchos sólo cobran por lo que cosechan y complementan sus ingresos cultivando alimentos en pequeñas parcelas en pueblos dispersos por la provincia.

Estas también están bajo el agua, y decenas de miles de personas huyeron de sus casas inundadas hacia terrenos más altos.

"No queda nada por cosechar", dice Saeed Baloch, que trabaja la tierra cada temporada con su familia ampliada antes de poner en común sus ingresos.

Los agricultores no son los únicos afectados por las inundaciones. Todos los eslabones de la cadena de suministro también.

"Estamos perdidos", admite Waseem Ahmed, un comerciante de algodón de Saleh Pat que, como muchos en el sector, realizó pagos por adelantado para fijar los precios de compra y protegerse de la inflación y las fluctuaciones del mercado.

"De los 200 maunds (unos 8.000 kg) previstos, sólo se cosecharon 35", informa, añadiendo haber dejado en suspenso sus planes de expansión.

En una pequeña tienda de un mercado algodonero habitualmente bullicioso, dos jóvenes examinan sin entusiasmo un montón de algodón húmedo para ver si se puede salvar algo.

"El mercado está parado e incluso las fábricas de desmotado cerraron", comenta Ahmed.

Ante la abrumadora sensación de impotencia, el algodonero Latif Dinno espera la intervención divina. "Miramos a Alá. Es el último salvador", resume.

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