El sorprendente efecto secundario del bótox en el cerebro

Un estudio de la Universidad de Irvine (California) sugiere un sorprendente efecto secundario del bótox sobre el procesamiento de las emociones

El bótox es una neurotoxina de origen natural producida por la bacteria Clostridium botulinum. (Freepik)

En la sociedad actual, la imagen y la apariencia física se han convertido en una obsesión cada vez más común. De ahí la proliferación de tratamientos y productos cosméticos, entre ellos, el popularísimo bótox.

Con el nombre científico de toxina botulínica, esta sustancia es una neurotoxina de origen natural producida por la bacteria Clostridium botulinum, que aparece en alimentos mal conservados y produce intoxicaciones alimentarias.

Un veneno con efectos terapeúticos

El mecanismo de acción de la toxina botulínica se basa en su capacidad para bloquear la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor esencial para la contracción muscular. Como resultado, el músculo se relaja temporalmente y pierde su capacidad de producir contracciones involuntarias o espasmos.

En medicina estética, este efecto paralizante se utiliza para reducir las líneas de expresión.

A pesar de que su uso está asociado a –en ocasiones desafortunados– retoques estéticos, el bótox también se emplea para combatir diversos trastornos, incluyendo espasmos musculares, migrañas crónicas, incontinencia urinaria y sudoración excesiva, entre otros muchos. Está, por tanto, considerada como una sustancia segura y efectiva cuando es administrada por un profesional.

¿Y qué ocurre si no podemos fruncir el ceño?

Para comprender cómo nuestros propios gestos afectan a la interpretación emocional, los investigadores midieron la actividad cerebral en 10 mujeres de entre 33 y 40 años a las que se inyectó bótox para inducir parálisis temporal del músculo responsable de fruncir el ceño, conocido como músculo glabelar.

Los investigadores registraron la actividad cerebral de estas voluntarias mientras observaban imágenes de rostros que mostraban distintas emociones (alegría, tristeza, enfado, etc.) antes y después de recibir el tratamiento. Inesperadamente, los resultados mostraron cambios en la actividad de la amígdala, una región cerebral clave para reconocer e interpretar las emociones.

¿Cómo es esto posible? Los autores del trabajo sugieren que restringir nuestras propias gesticulaciones podría dificultar la llamada retroalimentación facial. Según esta teoría, cuando vemos una cara enfadada o feliz, contraemos o flexionamos los músculos correspondientes para recrear la expresión y ayudarnos a identificar la emoción reflejada.

Entonces, la prevención del ceño fruncido con el bótox impediría la formación de estas microexpresiones, afectando al procesamiento de las caras emocionales.

El estudio aporta nuevas evidencias a una creciente línea de pensamiento que sugiere que la inhibición de la contracción del músculo glabelar altera la actividad neural implicada en el procesamiento emocional. Además, estos resultados nos ayudan a comprender mejor cómo interpreta el cerebro las emociones.

La capacidad de leer correctamente los gestos de los demás es esencial para la comunicación y la interacción social efectivas. Hasta el punto de que los defectos en el reconocimiento de la expresión facial son considerados uno de los principales síntomas de los trastornos sociales, como el autismo.

Los problemas para interpretar las señales sociales pueden dificultar el establecimiento de relaciones y la construcción de una red social sólida. Aunque se necesita más investigación para confirmar los hallazgos y comprender mejor el papel del bótox en la interpretación de las emociones, es importante sopesar sus posibles (e inesperados) efectos secundarios a la hora de considerar someterse a este tipo de tratamientos.

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