Nuevas y no tan nuevas

Cada año conocemos cuáles han sido las actualizaciones que se han hecho a nuestro diccionario académico. Las modificaciones más vistosas suelen ser las incorporaciones: palabras que han ganado aceptación por parte de los hablantes y cuyo uso se ha mantenido en el tiempo. Esperar a que estas condiciones se cumplan provoca que el diccionario se demore en incluirlas.

Las adiciones léxicas de la última edición del DLE hablan de cómo cambia lo que nos rodea y de cómo cambiamos nosotros. Se popularizan los audiolibros, ‘grabación sonora del texto de un libro’, y nos familiarizamos con el holter, ‘prueba diagnóstica en la que un dispositivo registra en un monitor durante varias horas la actividad del corazón de un paciente por medio de electrodos colocados en su torso’. También nos hablan de que comemos hummus, ‘pasta de garbanzos, típica de la cocina árabe, aderezada generalmente con aceite de oliva, zumo de limón, crema de sésamo y ajo’, o cantamos y bailamos vallenato, ‘música y canto originarios de la región caribeña de Colombia, normalmente con acompañamiento del acordeón’ y ‘baile que se ejecuta al ritmo del vallenato’. Nos hablan de cómo está cambiando nuestra percepción de la realidad y cómo la transmitimos; la posverdad ha llegado para quedarse, ‘distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’.

Como todas las obras que tienen a la lengua como protagonista el diccionario debe esforzarse por seguirle el paso. No hay nada que cambie más y más rápido que las palabras y sus significados. Por eso el DLE también ha modificado algunas definiciones, ha añadido acepciones y ha suprimido palabras de su nomenclatura. Les prometo que las iremos conociendo.

@Letra_zeta

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