Tarde de teatro

Cuán a menudo nos olvidamos del teatro cuando hablamos de literatura. Antes en el colegio nos vestían con unos trapos, nos permitían embarrarnos el rostro con maquillaje y nos subían a unas tablas rudimentarias para que pronunciáramos en voz alta las palabras que otros habían imaginado para nosotros. Muchos nos servimos de este simulacro de la vida para recorrer nuestra adolescencia y enfrentarnos a nosotros mismos y a los demás en nuestra juventud. Esta vivencia práctica de la magia literaria del teatro nos convertía a algunos en actores aficionados y a muchos en espectadores entusiastas.

Ya hacía tiempo que no pisaba una sala teatral. Este fin de semana, llevada del brazo de mi hija, asistí a La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca en el Teatro Guloya. Un texto clásico exigente, aplicable hoy a nosotros mismos a pesar de que ya le ha hablado a muchos espectadores desde su estreno en 1635.

Enhorabuena al Teatro Guloya. Un texto bien leído, bien anclado a nuestra realidad con pinceladas caribeñas, carnavalescas y musicales. Casa llena de un público inteligente que gozó con Calderón, que lo siguió a pie de verso, a pesar de su dificultad, y que rio a mandícula batiente con los guiños teatrales y lingüísticos que Claudio Rivera y sus actores nos propusieron.

Todavía están a tiempo de disfrutarlo este fin de semana. La vida surge de las tablas. ¿Sueño o realidad? El sueño de una compañía de teatro independiente que logra la realidad de mantenerse haciendo teatro para forjar pensamiento independiente.

@Letra_zeta

Envíe sus preguntas y/o comentarios a la Academia Dominicana de la Lengua consultas@academia.org.do