Venturosa Navidad

Las festividades navideñas dominicanas parecen no tener fin. Empezamos a ver en las tiendas arbolitos, bolas, y escarcha en septiembre; casi sin darnos cuenta los charamicos invaden nuestras aceras. Los merenguitos que asociamos a la Navidad empiezan a sonar por doquier y nos llegan a las arandelas del corazón; también la cantaleta de los consabidos titulares periodísticos sobre el doble sueldo, la regalía y el suministro de puerco y teleras. Tenderetes de uvas y manzanas colgantes brotan en cualquier esquina y las vemos mecerse en la esperada brisita navideña; se nos aparece un puerco en puya en cualquier calle.

Llega Juanita, y nos tocan, con suerte, un par de viajes al aeropuerto; de los tapones mejor ni hablar. No sé si nuestros niños siguen escribiendo la carta a los Santos Reyes, pero es hora de ir pensando en ello para que llegue a tiempo a Oriente. Angelitos y aguinaldos dan al traste con nuestras buenas intenciones sobre la dieta y nos envuelven en el aroma del té o del chocolate con jengibre.

Y así, a fuerza de anhelar la Navidad, día a día se nos acerca la Nochebuena a lomos de un burrito sabanero con las árganas llenas, para algunos, de pasteles en hoja, teleras, ponche, puerco asado y pastelitos.

La magia de la Navidad nos transporta a un estado de ánimo especial que dura lo que dura un suspiro y que nos ayuda a dejar a un lado ciertas cosas para, si somos afortunados, disfrutar de la familia y de los amigos alrededor de una buena mesa. La magia de la Navidad está teñida de la magia de las palabras, que forman parte del rito y que nos evocan, dondequiera que estemos -y los dominicanos estamos en cualquier parte del mundo- nuestro hogar, nuestra infancia y a los nuestros. Venturosa y mágica Navidad para todos.

@Letra_zeta

Envíe sus preguntas y/o comentarios a la Academia Dominicana de la Lengua consultas@academia.org.do