¿Cómo me defiendo?
El primer factor es el de la serenidad, el autocontrol. La adrenalina es un arma de doble filo, si nos dejamos dominar por ella podríamos caer en la precipitación.
Esto es aplicable para los hombres y para las mujeres. Lo más aconsejable es rehuir los enfrentamientos físicos directos y, en caso inevitable, compensar las limitaciones con objetos que siempre lleves a mano y que sirven como elementos defensivos: llaves, carteras, zapatos de tacón, bolígrafos, etc.
Estos enfrentamientos deben partir de una posición sumisa o pasiva, aprovechando el factor sorpresa, actuando con decisión y utilizando las partes corporales más duras (codos, rodillas, pies). La acción deberá ser rápida y sin titubeos.
Sólo con habilidad y prudencia podrás resolver algunas agresiones. Mantén una posición sumisa aparente hasta encontrar el momento oportuno. Al adoptar este tipo de actitudes el agresor tenderá a infravalorar la capacidad de respuesta ofensiva de la mujer, con lo que el factor sorpresa se convierte en tu mejor aliado.
Hay que tener en cuenta que éste tipo de agresores suele tener una larga experiencia, por lo que muchas veces parecen estar dotados de una especie de intuición que les avisa cuando una víctima no es tan dócil como pensaban. Si ve en ti un peligro potencial no va a dudar en actuar rápidamente y ya será muy difícil sorprenderle. No es que tengan un sexto sentido, sino que la experiencia les ha hecho especialmente sensibles a cualquier expresión, mirada o actitud corporal que delate nuestro estado de ánimo.
Otro factor que siempre hay que tener en cuenta es el número de agresores y, si es posible, su posición exacta con respecto a nosotros. Esto es fundamental para saber desde qué ángulos posiblemente seamos atacados y cuanto pueden tardar en llegar los diferentes ataques. Es importante descifrar qué armas porta cada uno de ellos. Normalmente estarán a la vista, puesto que con ellas pretenden intimidarnos.
Si no te queda más remedio que la huida, deberás ser capaz de analizar las opciones de escape lo más rápido posible. Evalúa las características físicas del agresor y, por supuesto, considera las tuyas: calzado adecuado, falda o pantalón, etc. No obstante, en caso de huida hazlo en zig-zag o en búsqueda de un terreno ventajoso (escaleras, desniveles, esquinas) y considera quitarte los zapatos para ganar velocidad.
Sólo con habilidad y prudencia podrás resolver algunas agresiones. Mantén una posición sumisa aparente hasta encontrar el momento oportuno. Al adoptar este tipo de actitudes el agresor tenderá a infravalorar la capacidad de respuesta ofensiva de la mujer, con lo que el factor sorpresa se convierte en tu mejor aliado.
Hay que tener en cuenta que éste tipo de agresores suele tener una larga experiencia, por lo que muchas veces parecen estar dotados de una especie de intuición que les avisa cuando una víctima no es tan dócil como pensaban. Si ve en ti un peligro potencial no va a dudar en actuar rápidamente y ya será muy difícil sorprenderle. No es que tengan un sexto sentido, sino que la experiencia les ha hecho especialmente sensibles a cualquier expresión, mirada o actitud corporal que delate nuestro estado de ánimo.
Otro factor que siempre hay que tener en cuenta es el número de agresores y, si es posible, su posición exacta con respecto a nosotros. Esto es fundamental para saber desde qué ángulos posiblemente seamos atacados y cuanto pueden tardar en llegar los diferentes ataques. Es importante descifrar qué armas porta cada uno de ellos. Normalmente estarán a la vista, puesto que con ellas pretenden intimidarnos.
Si no te queda más remedio que la huida, deberás ser capaz de analizar las opciones de escape lo más rápido posible. Evalúa las características físicas del agresor y, por supuesto, considera las tuyas: calzado adecuado, falda o pantalón, etc. No obstante, en caso de huida hazlo en zig-zag o en búsqueda de un terreno ventajoso (escaleras, desniveles, esquinas) y considera quitarte los zapatos para ganar velocidad.
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