Cinco décadas

Llegar hasta esta etapa sin aprender algunas lecciones es haber perdido el tiempo

Himilce Tejada cumple cinco décadas llenas de buenos recuerdos. (Luiggy Morales)

Me cuentan que el día que decidí venir al mundo, muchos calderos y mesas esplendorosas se quedaron puestos. Un 24 de diciembre de hace cinco décadas, a prima noche, llegué de nalgas y llorando a todo pulmón. No había que ser muy inteligente para saber que la niña que nació con gesto adusto y pelo caracoleado no iba resultar nada fácil. 

Una infancia en Moca llena de amor, patios amplios y buenos ejemplos marcaron mi vida. Luego, una larga estancia en Santiago estudiando en el Colegio De La Salle completaron una correcta formación en valores que todavía me acompañan. No solo conservo extraordinarios amigos y compañeros de curso, también la impronta de fe, fraternidad y servicio que es el sello de la educación lasallista.

La situación económica de aquella época nos trajo de un brinco a Santo Domingo, donde hemos permanecido. Estudios universitarios, boda, divorcio, trabajos y una crianza en solitario de dos que me ha enseñado más cosas de la vida que la vida misma. Un camino lleno de brincos, curvas, mudanzas, familia, amigos, que han forjado mi carácter, debilitado mi orgullo y dejado huellas.

Así llego a los 50 años llena de vida, con salud y con tanto que agradecer que no sé si terminaría. Le pido a Dios todos los días que ponga en mí un corazón agradecido y que me permita ver los pequeños milagros que me regala.

En estas cinco décadas que han pasado volando, con algunas arrugas y muchos chichos, he aprendido a valorar las personas sobre los teneres y a los hechos sobre las palabras. He aprendido que las relaciones más significativas se cultivan bajo la honra, el compañerismo y el respeto, cosas que difícilmente se ven en fotos, mucho menos en redes sociales.

He aprendido que un abrazo en un momento de necesidad es más valioso que una corona de flores y que los verdaderos amigos están para decirte verdades, aunque duelan. También comprendí que la mayor herencia que puedes dejar no se guarda en bancos y que no hay satisfacción más grande que irte a dormir sabiendo que no dañaste a nadie y que el dinero –mucho o poco-  que ganaste con tu trabajo lo hiciste honradamente y que tus hijos no te van a señalar o mirar con vergüenza.

En este quinto piso del bizcocho he hecho las paces conmigo misma y valoro esos momentos de tranquilidad y solitud para hablar con el Señor, para leer un buen libro, mirar hacia atrás desde otra perspectiva y esperar con esperanza lo que vaya a venir. Me he perdonado a mí misma por multitud de faltas y malas decisiones y he aprendido a perdonar y a pedir perdón para ser libre.

Me tomó tiempo, pero ya sé que, aunque crea fehacientemente en la vida con Jesús después de esta vida, es en esta que tenemos que sembrar y dejar una estela de bondad y buenos ejemplos. Con esa certeza, procuro desde hace tiempo enseñar todo lo posible, servir todo lo posible y amar todo lo posible.

Llegar hasta esta etapa sin aprender algunas lecciones es haber perdido el tiempo. Valoro mi cuerpo y lo cuido más, valoro mis amigos, mis vecinos, mi familia, mi trabajo y los cuido más. Valoro mi vida espiritual y la abono con la Palabra y con una hermosa comunidad de fe. He entendido que la vida es un camino largo y que no todos caminarán contigo el mismo trecho. Aprender a disfrutar el camino y despedir a los que no pueden continuar es parte del proceso de la madurez.

También aprendí que 50 es solo un número, no una sentencia, ni un hito espectacular. Vale para celebrarlo, para agradecer y valorarlo, pero no para echarse a esperar lo que viene, ni a ponerse al día por todo lo que no se hizo.

Miro hacia atrás, miro a mis hijas y lo que hemos llorado y reído como familia y me siento satisfecha.  Miro hacia el futuro con esperanza porque estoy llena de planes y proyectos por emprender y lograr.

Agradezco en este tiempo el compartir con ustedes, amables lectores, lo que guardo en mi corazón y no me acompleja decir. Que pasen una muy feliz Navidad y que el 2022 sea el mejor año de sus vidas. Un fuerte abrazo.

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.