Una ruta de palabras
Seguimos viajando a lomos de las palabras
Seguimos viajando a lomos de las palabras, a bordo de su historia y de sus curiosos orígenes. En la primera etapa de nuestro recorrido, nos cubrimos con los tejidos y sus nombres de resonancias novelescas. En esta etapa de nuestra ruta nos toparemos con más palabras nacidas a partir de nombres de lugares. Partimos de la histórica Colonia, a orillas del Rin, donde nos perfumamos con una delicada colonia, ese perfume sutil, compuesto por una mezcla de agua, alcohol y esencias aromáticas, creado por Farina en la bella ciudad alemana a principios del XVIII. Nuestro recorrido pasará por la ciudad egipcia de Beronice, que está en el origen de la palabra barniz; por la italiana Brindisi, cuyo dominio del bronce hizo que su nombre se ligara lingüísticamente al de la denominación de esta aleación de color rojizo; o por Malagueta, situada en la costa de África y origen del comercio de la aromática especia. Podríamos detenernos por un momento a disfrutar de un humeante y aromático café moca, traído directamente de la lejana Moka en Yemen; tal vez, a la caída de la tarde, apetezca un cubalibre o un refrescante daiquiri, o daiquirí, con ron dominicano, por descontado, aunque en el origen de sus nombres estén la isla de Cuba o el barrio homónimo del pueblo cubano llamado El Caney.
Metales, especias, perfumes y bebidas perpetúan los nombres de los lugares que los vieron nacer; más allá de lo exótico, también las cosas cotidianas guardan pequeños tesoros en sus nombres. Qué lío no habría en Babel y Babilonia para que su nombre llegará a usarse como sustantivo común para referirse a una situación de desorden y confusión.
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