Procesiones y pizzas volcánicas: el Domingo de Ramos de unos dominicanos en Antigua

Los tradicionales festejos por la Semana Santa en Guatemala están declarados patrimonio de la humanidad

El otro rostro de Antigua: su imponente entorno volcánico

Cucuruchos cargan a Jesús Nazareno en Antigua, Guatemala. (Diario Libre/Mariela Mejía)

A Antigua, Guatemala, no se puede ir en Semana Santa. Corrección: “no se puede ir” en Semana Santa, a menos que el viajero quiera vivir la experiencia de un turismo religioso en su máxima expresión.

La pequeña ciudad, de unos 60,000 habitantes, fue la capital colonial del país. Se sumerge en rituales religiosos que forman parte del conjunto de celebraciones de Semana Santa en Guatemala, inscritas en el 2022 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

De los pueblos cercanos a Antigua y de otras partes del país, llegan guatemaltecos que se unen a los extranjeros deseosos de sumergirse en los rituales, que comienzan mucho antes: desde el Miércoles de Ceniza, que marca el inicio de la Cuaresma (40 días antes del Domingo de Ramos).

Un grupo de dominicanos que viajó a Antigua para una boda el pasado fin de semana se vio envuelto en estas festividades sin proponérselo. La primera señal de que algo grande se avecinaba era el cierre del tránsito en varias calles. Abordar un taxi se convirtió en toda una aventura.

En los frentes de las viviendas colgaban telas blancas y moradas, los colores emblemáticos de las celebraciones. Por las calles, caminaban hombres vestidos con túnicas moradas y una especie de velo blanco o paño de tela sobre sus cabezas.

Lo que los dominicanos aún no sabían era que pronto verían a miles de estos personajes —los cucuruchos— marchando con una sincronía impresionante.

La mega procesión

El Domingo de Ramos, las calles cerradas eran aún más numerosas. En la zona más céntrica de Antigua, próxima a su emblemático Arco de Santa Catalina y frente a su parque central, había más gente que días anteriores. “¿Qué pasará?”, se preguntaban los dominicanos.

Conforme avanzaban hacia la multitud, el humo blanco del incienso se alzaba entre las cabezas de la gente. La tos era un efecto secundario inevitable.

En ese punto, cientos de cucuruchos esperaban organizados en la calle, listos para continuar la procesión de Jesús Nazareno de la Merced, que había comenzado en la mañana. La música de fondo provenía de una banda que interpretaba una melodía sacra y fúnebre, marcando el paso de la procesión.

Cuando la procesión llegó al parque central, cerca de las 5 de la tarde, los dominicanos quedaron asombrados: los cucuruchos cargaban una larga y pesada plataforma de madera sobre la que reposaban imágenes religiosas, entre ellas la de Jesucristo, vestido con una túnica verde decorada con bordados dorados, cargando una cruz del mismo tono.

Los cargadores avanzaban al mismo paso. Su movimiento pausado, de un lado a otro, hacía que la estructura se meciera como un barco arrullado por las olas: de derecha a izquierda, de izquierda a derecha.

Cucuruchos marchan cargando la imagen de Jesús Nazareno de la Merced y otras imágenes. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)
Los cucuruchos se pierden entre la multitud y el incienso. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)
Un niño vestido de cucurucho se protege del fuerte olor del incienso. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)
Los cucuruchos se pierden entre la multitud y el incienso. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)

Había un gentío, pero el ambiente era de recogimiento. Solo se escuchaba el murmullo del público y música solemne de la banda. Más adelante, personas sentadas o de pie en la orilla de las estrechas calles de Antigua esperaban para contemplar la procesión.

Otros, con premura, terminaban de confeccionar coloridas alfombras sobre las calles empedradas, hechas de aserrín multicolor y flores. Sobre ellas pasaría la procesión.

Una alfombra hecha con flores y aserrín en una calle de Antigua. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)
Una alfombra hecha con flores y aserrín en una calle de Antigua. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)

Caía la noche y la procesión continuaba. Los dominicanos estaban impresionados por la forma en que se vivían los rituales católicos en esta ciudad durante la Semana Santa.

Aún faltaban los demás días de la Semana Mayor, cada uno con su propio calendario de celebraciones.

La aventura volcánica

A Antigua se puede ir en Semana Santa, aunque no se busque turismo religioso. La ciudad tiene un encanto colonial propio, reflejado en sus ruinas y en la arquitectura uniforme con sus edificaciones.

Ubicada en un valle, Antigua está acompañada por la imponente vista del Volcán de Agua, que se alza como una montaña cónica de aproximadamente 3,763 metros sobre el nivel del mar, desde el municipio de Santa María de Jesús.

Este volcán inactivo se divisa, desde otros puntos en las afueras de la ciudad, junto a dos más: el de Fuego (activo) y Acatenango (inactivo).

Justo en el trayecto hacia el volcán de Pacaya (a una hora de Antigua) los dominicanos contemplaron ese majestuoso trío. A lo lejos, se vía la humareda blanca del Volcán de Fuego, que un mes antes había hecho erupción, provocando la evacuación de unas 125 familias.

De izq. a der.: volcanes de Fuego, Acatenango y de Agua, en Guatemala. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)
Laca petrificada en el valle, proveniente de una erupción del Volcán de Pacaya. Por (Diario Libre/Mariela Mejía)

El Pacaya, con una altura de aproximadamente 2,552 metros sobre el nivel del mar, se puede ascender a pie en una caminata de cerca de una hora, o a caballo.

El sendero es polvoriento, con subidas pedregosas o arenosas, pero ofrece espectaculares vistas panorámicas, incluyendo el citado trío volcánico o la lava petrificada en la llanura, proveniente del Pacaya.

La última erupción significativa del Pacaya fue en el 2022. Cuando los dominicanos lo visitaron la mañana del Domingo de Ramos, se divisaba la fumarola en su cima: evidencia de que el volcán está activo.

Los quisqueyanos quedaron impresionados por lo que veían: un cono grisáceo, sin vegetación, que despedía un humo blanco, cubierto por una alfombra de pequeñas rocas sueltas y otras formaciones volcánicas más grandes.

“Cuando hay ríos de lava, las hacemos sobre los ríos de lava. Actualmente, las hacemos en cuevas volcánicas”, explica. En cinco a 10 minutos, la pizza está lista.

“De la última erupción del 2021, el volcán dejó cuevas volcánicas húmedas. La humedad lo que hace es mojar la masa, entonces compensamos un poco el calor húmedo con el calor seco con carbón para que la pizza salga ‘crunchy’ y bien cocida”, dijo.

  • En Semana Santa, visitar Antigua y sus alrededores es toda una “experiencia religiosa”… y también una aventura.

Jefa de Redacción de Diario Libre. Anteriormente, editora de Economía desde 2021. Se ha especializado en periodismo de investigación, multimedia y de datos, y ha sido docente de periodismo. Ganadora de una Mención Honorífica en el Premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), entre otros reconocimientos.