Plinio Chahín: “Nada más lejos del poema que el mercado”

Plino Chahín, escritor dominicano.

Creador, crítico y pensador de la poética y las humanidades, acostumbrado al análisis, el dominicano Plinio Chahín expresa muy buena opinión del estado de la poesía dominicana, que a su juicio ha forjado un imaginario artístico y cultural propio, como clave de identidad y búsqueda incesante de una expresión específica y diferente.

Al contestar varias preguntas, el reputado autor afirma que no hay “nada más lejos del poema que el mercado” y reconoce que la República Dominicana cuenta con jóvenes autores capaces de honrar cualquier tradición poética universal.

Y a propósito señala que los poetas más jóvenes del solar responden a ese giro verbal que va desde el “intimismo analítico”, pasando por lo antipoético, irónico y coloquial a la “pulsión barroca” de un estilo radical y hermético.

En medio de las angustias causadas por la pandemia y la crisis económica, ¿es útil la poesía?

El hecho poético es un acto de rebeldía no sólo del poeta, sino de su propia experiencia. El poeta, frecuentemente aislado o clarificado, en situación de crisis, encuentra resonancia y redención para los demás en la palabra inaugural del ser.

Esta palabra, sin otro mensaje que el poema, nos invita a un universo insoportable. Su rebeldía es un retorno a las fuentes primigenias de la vida. La problematización del lenguaje, al hablar del propio poema, nos habla de este como correspondencia. Leído como juego alegórico, el poema gana asimismo juegos estratégicos de acción y reacción y también de rebeldía. No busca ninguna redención. No se agota en ser un hecho regular de actos lingüísticos, sino que asume situaciones de crisis enriqueciendo la vida del hombre.

¿En qué momento creativo se encuentra? ¿Cuáles proyectos lo ocupan?

Todo proyecto poético es utópico. Escribo al azar. Nunca he tenido un proyecto definitivo y acabado, sino un puñado de angustias para escribir esquizamente; si logro completar la angustia, entonces publico El Poema.

¿Cuándo se dio cuenta de que la literatura es importante para usted? ¿Qué valores le encontró?

Yo nací de un texto, de ahí que he venido habituando mi vida a un universo lleno de valores verbales. A pesar de que solo en el año 1980 descubrí la auténtica dimensión de la literatura al leer los “Versos sencillos” de José Martí, Quevedo se encargó de abrir mis ojos al desengaño, a la decepción y a la ironía en contra de la hipocresía y los falsos valores de la cultura Occidental.

¿Es fácil o complicado ser apreciado entre poetas?

Si el desengaño no engaña tú eres el mejor poeta: los otros constituyen el devenir de un proyecto aun inconcluso. Una obra en el tiempo se disuelve en sus valoraciones. Todo reconocimiento es difícil. A menudo un mal entendido. Ahora bien: “Solo lo difícil es estimulante”, como ha dicho, burlón él, el poeta cubano José Lezama Lima, y esa ha de ser quizá la meta del poeta.

¿Qué opinión le merece la poesía dominicana actual en cuanto a su expresividad y temáticas?

La poesía dominicana, desde sus inicios, en el marco del siglo XIX, hasta nuestros días, ha forjado un imaginario artístico y cultural propio, como clave de identidad cultural y búsqueda incesante de una expresión poética específica y diferente, según la cual los poetas más jóvenes responden a ese giro verbal que va desde el “intimismo analítico”, pasando por lo antipoético, irónico y coloquial a la “pulsión barroca” de un estilo radical y hermético. Verbigracia, Homero Pumarol, Frank Báez, Alejandro Gónzalez Luna, Neronessa, Ricardo Cabrera, Luis Reynaldo Pérez, Halla Hallal, Ariadna Vásquez, José Ángel M. Bratinni, Rosa Silverio, Rossalina Benjamin, Denisse Español, Natacha Batlle, Miguel de Vallester, Daniela de la Cruz, Edwin Solano, Belié Beltrán, entre muchísimos otros. Hoy podemos hablar confiados en una poesía dominicana realizada por jóvenes autores capaces de honrar cualquier tradición poética universal.

Parece que está de moda la anti-poesía. ¿Puede ser un buen poema uno que ni lo parece?

De ningún modo. La intuición sensible de un lector puede descubrir infinitos universos y un “nuevo escalofrío” a través de la lectura de un texto. La palabra que surge ahí, en lo antipoético, preferentemente brota de una convulsa realidad asimbólica y simplificada por la experiencia del poeta, lo cual es más fácil de desmentir, desplazar o desconocer por el saber que dispone uno de las cualidades del poema para el “conocimiento sensible” de la realidad, de modo que más valdría (quizá) renunciar a ella.

¿Hay que ser un sabihondo para darse cuenta de que se está ante un poema de calidad?

Todo acto de lectura entraña un gesto voluntario y consciente. Implica relajar la voluntad para que sea involuntaria una parte del producto. La decodificación de una lectura de valores intrínsecos al texto, como impulso creativo de novísimas visiones, imágenes y símbolos. Entiendo ese momento inexplicable de parte de cualquier acto de la crítica, y con ello no estoy hablando de misterio, laberinto abstruso o metafísica alguna. A lo que me refiero es al fracaso de cualquier teoría que busca establecer un canon de lectura definitivo y concluyente. Por otra parte, el arte actual no aspira tanto a encarnar valores ya dados como a “desencadenarlos”; es un arte crítico e, igualmente, marginal y excéntrico. Sería efímero, pues, fijar la calidad de un texto. Ese adjetivo desciende del latín “classis”, flota, ha tomado luego un sentido jerárquico, clasificatorio y estrictamente ordenativo y simbólico.

¿Debe un poeta o escritor ocuparse de innovar siempre con los enfoques y el lenguaje?

La experiencia poética resulta del encuentro del hombre con el mundo como complejidad imaginaria y sensitiva. El arte no puede empero darse sin una voluntad que se proponga “superar simbólicamente al mundo”. No todo está previsto y establecido previamente. Debajo de nuestra conciencia actúa la erudición sensible de una cultura, que podría simultáneamente contradecir o afirmar nuestro imaginario. El arte antes que servir, destruye y niega las decisiones, los mandatos y programas establecidos por las costumbres, los hábitos y el poder, pues el arte mismo posee algo de inconciencia y asombro que yo he denominado “viaje”. Sea como fuere, he aquí cómo podríamos mediante El Poema reinventar la vida retomando lo más natural e inocente, hacia ese punto de cambio, distinción y catástrofe.

¿Cómo se acredita un poeta brillante? ¿Vale solo hacerlo con pericia o los tiempos demandan promoverse?

Nada más lejos del poema que el mercado. “El mercado es el mercado y en el copulo”, dijo el poeta dominicano Alexis Gómez Rosa. La relación del lector con el libro, sus valoraciones estéticas y sus preferencias sentimentales se transmiten a esa expresión inmediata de lo sentido que es la escritura. La literatura es una especie de sismógrafo que registra las menores variaciones del estado de reposo y rebeldía espiritual predominante. Por lo tanto, su dialéctica circular actúa especialmente en el nivel medio de los lectores, ya que, por una parte, permite satisfacer por medio de lo imaginario las necesidades condicionadas del espíritu, pero, de rechazo fomenta dichas necesidades orientándolas hacia el rechazo de la manipulación trivial del mercado. La poesía no tiene público, sino lectores, ha dicho Francisco Brines.

Se dice que República Dominicana es una tierra de poetas. ¿Cuáles son sus nombres inexpugnables del presente y del pasado?

Para mi temperamento gozoso y melancólico: Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, Aída Cartagena Portalatín, Alexis Gómez Rosa, Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Soledad Álvarez, José Mármol, Carlos Rodríguez, Martha Rivera, Ángela Hernández, José Alejandro Peña, León Félix Batista, Adrián Javier, Médar Serrata, Alejandro González Luna, Homero Pumarol, entre muchísimos otros.

¿Cuáles son los desatinos de la crítica literaria dominicana y cuáles sus aciertos?

En República Dominicana la crítica se muestra escasa y dubitativa ( salvo honrosas excepciones) a la hora de razonar sus propias propuestas. La afluencia de declaración de intenciones va acompañada de una falta de razonamiento fundamental. Más que propuestas estéticas lo que encontramos son situaciones, propuestas de hecho que han buscado su consistencia en las condiciones particulares de cada acontecimiento. Ni tiene sentido hablar de razones globales ni de raíces profundas. Una difusa heterogeneidad llena el mundo de la crítica. Actualmente, sin embargo, la crítica ha tomado otro rumbo. A estos impulsos de autocrítica se suma la decisiva acción de un grupo de vigorosas figuras de la nueva crítica dominicana, José Rafael Lantigua, José Mármol, Soledad Álvarez, Miguel Ángel Fornerín, Odalís G. Pérez, Fernando Cabrera, Eugenio García Cuevas, Médar Serrata, Manuel García Cartagena, Basilio Belliard, Nan Chevalier, Néstor Rodríguez, Amable Mejía, entre otros.

¿Cómo se propone seguir acreditando sus producciones?

Trabajando simbólicamente el poema hasta lograr “un borrador perfecto” e incloncluso.

Ha recibido varios galardones por su labor creativa. ¿Sirven los premios?

Los premios son la mejor excusa para difundir la imagen de Narciso en el espejo y quizás divulgar nuestras obras entre lectores alertas y sensibles.

¿Cuáles escritores lo han inspirado a seguir el derrotero de la poesía y el ensayo?

Pedro Henríquez Ureña, José Mármol, Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Víctor Villegas, José Martí, Octavio Paz, Rilke,Roberto Júarroz, Eliot, Pessoa, Valéry, Mallarmé,Lautremont, Baudelaire, Rimbaud, Borges, Kierkegaard, Ortega y Gasset, Unamuno, Derrida, Heidegger, entre otros.

¿Debe la escuela dominicana enseñar a apreciar la poesía?

Todo acto de lectura ha de ser una provocación necesaria a nuestra sensibilidad. Enseñar a escribir o leer poesía en las escuelas ha de estimular a forjar nuevos seres humanos, más inteligentes, integrales y sensibles.