Ruperto Long: “La mezcla de la realidad y la ficción es un territorio muy fascinante”

El escritor uruguayo presentó en el país su novela “La niña que miraba los trenes partir”.

SANTO DOMINGO. Una niña que pierde la cinta de su cabello, que huye y se esconde con su familia. Un soldado que recorre miles de kilómetros y atraviesa un océano para pelear una guerra por la libertad. El desierto, la París luminosa bajo la sombra nazi. Un armario. Los elementos de la realidad y la ficción que en manos del escritor uruguayo Ruperto Long se convierte en un relato sobrecogedor, y nos regala la luminosa resistencia de la solidaridad y el amor.

Y es esta conjugación de historias contadas desde la voz de sus personajes lo que hace de la novela “La niña que miraba los trenes partir”, presentada por su autor el pasado sábado 12 de agosto en República Dominicana en la librería Cuesta, una narración que a pesar de recrearse en la muy documentada Segunda Guerra Mundial se acerca en un diálogo apelativo con nuestros actuales conflictos.

“Esas cosas hacen que se diga aquí hay mucho de vigente, de una realidad que paso hace años, una realidad irrepetible, porque fue una tragedia de dimensiones realmente impresionantes. Pero sin duda hay cosas que pasan hoy que tienen un parecido”, consideró también el político e ingeniero que habló con DL de su exitosa novela, ganadora el año pasado del galardón ficción de los libros más vendidos del premio Libros de Oro del año en Uruguay, y de la vocación literaria que le ha acompañado desde la juventud.

- La Segunda Guerra Mundial parece ser un tema muy tratado. Películas, documentales, libros... Sin embargo, su novela ambientada en esta etapa fue uno de los más vendidos en el 2016 en su país, Uruguay. ¿A qué lo atribuye? ¿Aún tenemos algo que aprender de este acontecimiento bélico?

Yo pienso como dice uno de los epígrafes del propio libro que los países, el mundo en general, si no recuerda lo sucedido está condenado a repetirlo. Y cuando uno mira los informativos todos los días, y ve las cosas que están pasando en materia de persecuciones, de xenofobia, de tráfico de seres humanos, de personas que para ir de un lugar a otro viven en medio de penurias, esas cosas hacen que se diga aquí hay mucho de vigente, de una realidad que paso hace años, una realidad irrepetible, porque fue tragedia de dimensiones realmente impresionantes. Pero sin duda hay cosas que pasan hoy que tienen un parecido.

Lo diría del punto de vista más racional, pero desde el punto de vista más de los sentimientos, descubro a través de esta historia, de esta persona que conocía de hace muchos años, pero que desconocía en absoluto que dentro de ella existía esta historia tan maravillosa que conversando con ella descubrí al azar. Le digo que quiero escribir esa historia, y ella me dice que no, que esa historia no la conocía ni siquiera su esposo ni sus hijos. Era algo muy íntimo, muy apretado dentro de ella por décadas. Me dice que cómo te lo voy a contar a ti aunque seas mi amigo, y menos para un libro.

- Usted ha desarrollado una carrera literaria basada en la narrativa histórica, tanto esta novela que comentamos como otras publicadas por usted como “No dejaré memorias” y “Piantao, balada para Horacio Ferrer”, se desarrollan basadas en hechos reales. ¿Qué tanto dedica a la investigación previa para darle verosimilitud necesaria al relato?

Para mí es esencial por dos razones. Porque la investigación es una de las madres de la imaginación.

Primero, hay cosas que pasan en la realidad que si uno no las viera suceder no las podría imaginar. Uno no se sentiría cómodo imaginándolo. Esto no puede ser, y de la historia van a decir que esto no puede ser, sin embargo, en la realidad sucede. Y esto es muy importante. Y a veces la búsqueda histórica, en archivos, se pueden encontrar ciertas frases, giros y ciertas cosas y uno se dice que es lo justo que andaba buscando y se entusiasma. Hay una ida y vuelta entre la investigación y la imaginación. Eso es un tema que se discute bastante, porque hay escritores que no quieren hacerlo, porque no les interesa.

Creo que la imaginación debe estar nutrida de ese tipo de cosas, que son a veces la forma de hablar de las personas. Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo otro tema para el cual accedí en forma legal a expedientes judiciales donde hay transcripciones de conversaciones telefónicas y el lenguaje es absolutamente es insustituible. Si yo escribiera eso alguien me dirá “no pueden haber hablado de esa forma”, pero sucede que sí. Entonces hay una ida y vuelta muy importante de la investigación.

También hay otra cosa. A mí más que la novela histórica, me gusta ese terreno ese territorio que está en la realidad, que a uno lo inspira, lo nutre; y también la ficción. ¿Por qué? Porque una niña de ocho años que vivía encerrada en distintos lugares, en medio de peripecias y odiseas, pero solo es una pequeña parte de la realidad. El resto tengo que imaginarlo para darle el contexto, el sentido de la historia. Ella me decía que iban a los café, y le pregunté por qué iban y me explicó que era la única forma de saber lo que pasaba en el mundo en ese momento, era el internet de la época. La única forma era que el mozo de un bar, yendo de una mesa a otra, llevaba y traía informaciones. Y cuando uno va a los relatos de esa época era exactamente así, la Resistencia Francesa se conectaba en los cafés, era mucho menos peligroso que verse en una vuelta de una esquina.

Esa mezcla de la realidad y la ficción es un territorio muy fascinante para mí y ahí, me gustaría enfatizarlo, uno tiene que ser muy respetuoso también de los hechos reales. Creo que la imaginación tiene un límite que yo no puedo alterar, aun cuando hablan personajes que no son simpáticos, que los hay, que se cita a (Heinrich) Himmler. Es muy importante conocer eso, porque era eso lo que pensaban esas personas y la verdad es que los argumentos no eran tan sencillos. Eran personas que se habían convencido de algo muy terrible, como la superioridad racial, y sabemos la tragedia que acarrearon, pero no podemos caricaturizar y limitar con solo decir eran malos. Era gente que se convenció de cosas terribles y son cosas que pueden volver a pasar.

- Se suele limitar la realidad o la historia a veces entre buenos y malos, blanco y negro y limita la complejidad de ser humano...

Sí. Y el ser humano a veces es muy afecto en dejarse llevar por ese tipo de cosas. A veces tiene que venir vestida...acá aparece también Leni Riefenstahl, que por casualidad aparece en uno de los pueblos donde está uno de los personajes, que fue un hecho real, está documentado. Y era una cineasta excepcional. Entonces también hay que darse cuenta que un pueblo que veía esos desfiles, esas demostraciones de fuerza se sentía subyugada, era un hecho pasional, no racional.

- Usted que se zambulló durante tres años en esta historia de durezas pero cargada de cosas hermosas dentro de la experiencia de Charlotte S. de Grunberg, y vemos la actual situación mundial y sus complejidades. ¿Piensa que esta situación puede repetirse? ¿Hay más Charlotte en el mundo, viviendo esa situación de huida y esperanza?

Primero que nada lo que ella misma piensa. De alguna forma ha logrado superar ese episodio, a pesar de que una parte de su familia fue asesinada y otra sobrevivió con mucha secuela, y bueno, siguió adelante su vida y lo que dice hoy día es que lo que ve hoy en día, lo que pasa con los refugiados, que quieren salir de un país en guerra y ponerse en manos de gente que trafica con ellos y se montan en balsas repletas pagando lo que no tienen para un lugarcito en ese bote y es rumbo mucha veces a la muerte, y vemos que nos es está costando aprender. No podemos negar que la Europa de la postguerra pasó de los odios y rencores y se ha transformado en un espacio con cierta unidad, pero el mundo entero está lleno de conflictos... creo que la noción básica está en el tema del otro.

A mí no me gusta escribir con mensajes. No, para nada. Creo que la literatura es una forma de búsqueda. No es la forma de la propaganda. No se tiene que escribir para dar un determinado mensaje. Si, en la medida que uno relata estas cosas, cada uno saca sus conclusiones y me parece que es una conclusión que saca al final todo el mundo: lo parecido que somos todos. Esa niña pudo ser cualquiera de nosotros y así como otro de los muchos personajes también.

Nos cuesta entender que en definitiva somos iguales, y tendemos ante cualquier cosa descalificar al otro. Nos pasa hasta con el futbol, no se aquí. Tienen barras, se enfrenta unos contra otros porque son de equipos diferentes. Entonces el tema está en el otro. Lo vemos como un semejante, practicamos la tolerancia, no digo que estemos encantados porque cada quien es distinto. ¿Sabemos convivir? Es el quid de la cuestión y la esencia.

- Es ministro en su país y ha tenido una trayectoria política importante, además de ser ingeniero, también está su vocación literaria. ¿Cómo combina estas dos facetas?

He escrito desde joven, desde los 18 años, pero escribía algunas columnas de opinión, artículos. He escrito mucho sobre temas técnicos, que tienen cierta relevancia política, como energía, desarrollo, además del tema de la discapacidad, una vocación mía de hace muchos años, estuve en el comité paraolímpico de Uruguay por muchos años. También presente un proyecto, que es la ley sobre el tema. Una iniciativa mía que fue apoyada y votada por los demás parlamentarios.

Pero la literatura, que siempre ha estado ahí, realmente ha sido en estos últimos 15 años que me he sumergido en el campo de la novela.

- ¿Por qué se decidió por la novela histórica?

Porque desde mucho más joven corría, ya no como entonces (risas). No corría cien ni doscientos metros planos, corría largas distancia. Y esto es por el estilo. A mí me gustan esas historias que cuando uno las empieza a pensar se da cuenta de todas las puntas que tiene, de esas complejidades y dices “esto va a ser varios años para armar el relato”. Sé que esto a mucha gente lo desanima, pero a mí me resulta un desafío. Me encanta pensar eso que no sé cómo va a terminar, como se ha dicho también, tengo que escribirlo a ver cómo termina.

Hay que trabajar muchas horas para cuando llegue la musa encuentre a uno trabajando. Yo trabajo muchas horas, no es un pasatiempo, no es solo el tiempo libre que me queda de la actividad pública, a la que le doy un papel protagónico porque uno se debe a los ciudadanos.

Me dedico los fines de semana, pero un rato, sino todo el fin de semana, todos los feriados, todos los días entre semana que no llego tarde a mi casa me dedico a ello. Es una pasión. Tiene que ser algo que uno haga con pasión. Otro no lo entiende.

- ¿Ha leído literatura dominicana? ¿Algún autor dominicano?

Todavía no. Espero tener la oportunidad, nos llevaremos alguna recomendación. Porque reitero, su país está en un momento de proyección y creciendo, me imagino que con miles de problemas como todos los países.

Volviendo a la pregunta anterior. Separo mucho las dos cosas. Una cosa es un artículo de opinión o escribir un ensayo y otra cosa es escribir literatura. Una tentación es querer usar la literatura como propaganda. Eso no funciona. Creo que hay un respeto al lector. Los lectores, muchos me lo dicen, y además hay gente que me dice asuntos distintos, pero les interesa.

- Es la línea filosófica que plantea el compromiso social o político a través de la literatura, una referencia sería Sartre. ¿Qué piensa sobre ello?

A ver. En el sentido que eso se usaba en la época del 60 y el 70, yo era jovencito (risas), yo no lo comporto. Ahí era una especie de propaganda disfrazada de literatura, y en algunos casos, trajo ejemplos increíbles de autores extraordinarios que le escriben una oda a Stalin. ¡Es increíble!

Creo que se deben separar las dos cosas. No se refiere a no poner lo comprometido en el sentido de ponerle el alma a lo que uno escribe. Ahí sí, hay que ponerle cariño, pasión a lo que se hace y hacerlo lo mejor posible, y que la historia que uno está encarando refleje lo mejor posible lo que uno está tratando de reflejar.

En la historia de Charlotte, de Domingo, de la Segunda Guerra Mundial, si meto ideas entre medio estoy banalizando, faltando el respeto a todas esas personas que vivieron esa situación. Y, además, por qué le va a decir uno a otra persona lo que tiene que pensar. Uno tiene que formar su propio pensamiento, y si una obra sirve para enriquecerse y formar nuestro propio pensamiento. Pero no tengo la autoridad para decir escribo esto pero lo que quiero es convencerte de esta cosa. Eso no me gusta.