La mañana del Soberano

La seguridad todavía no está necia

Todo listo para la entrega de los premios

SANTO DOMINGO. A las 10 de la mañana, por el costado del Bar del Teatro Nacional, se alargaba peligrosamente una fila de personas que tienen que ver con la producción para obtener sus credenciales.

Afuera, una joven maquillista, con su maleta metálica, desayunaba alguna fruta. Raúl de León explicaba amablemente a un fotógrafo llegado supuestamente de Miami que a estas alturas ya estaban cerradas las acreditaciones que habían comenzado hacía un mes. Afuera, en la parte posterior de la alfombra roja, un guardia somnoliento parecía un personaje de Serguei Esenin, un mujik acabado de despertar en un carro de heno.

La seguridad todavía no estaba necia.

Los gafetes de la prensa estaban en Acroarte, así que hubo que desplazarse hasta allí. Afuera, el parqueo de la casa de los cronistas de arte estaba repleto. Los expresidentes estaban reunidos con la directiva actual. Un leve sondeo no arrojó nada. "Qué bueno verte por aquí", dijo Miguel A. Rivera. "¿Qué hay sobre el Gran Soberano?". "Ahora estábamos en eso", dijo. Y calló.

"Mi deferente amigo", expresó Carlos T. Martínez y vino el abrazo. Luego, Christian Jiménez y Fausto Polanco. Allí, enseguida, los gafetes. Y a irse, que el día es corto.

"¿Quién te viste hoy?", me preguntó, ya a la salida Ramón Chávez junto a Arismendi Vásquez. "Eli Heiliger", respondí.