Confesión de Wilfrido Vargas, 40 años después Del relajo a la asimilación, el Tacumpila, la onomatopeya de un golpe rítmico

Wilfrido a la extrema derecha, con Los Beduinos (Fuente Externa)

BOGOTÁ, COLOMBIA. El “Tacumpila” fue una de las variantes de la base rítmica beduina. Cabe aclarar que la expresión Tacumpila no existe, es el nombre con el que bauticé el sonido que hace el palo cuando golpea la barriga de la conga, y suena: Tá cun pila ki Tá cun pila... Ese sonido es usual en el guaguancó, ¿pero en el merengue? ¡Nunca!

Ni en mis más arriesgados inventos había concebido que funcionara, hasta que vi que Luisito Martí lo hizo en una presentación en televisión, cuando era el conguero y cantante del combo show de Jhonny Ventura. Recuerdo que, agarró un palo para darle a la barriga de la conga, generando una expresión coja, que forzaba al bajista a tocar una especie de “Pambiche”, mientras la tambora seguía derecho. Yo asumo que lo hizo como una especie de “relajo”, como una “pirueta” más del que tiene tanto talento que no sabe qué hacer con él.

Nadie del combo show, incluyendo a Johnny Ventura, lo tomó en serio, ni lo valoró y mucho menos se dieron el crédito de ese movimiento. En cambio yo, un adolescente ‘fiebrú’ de todo lo que le llamaba la atención, fue el que vio en aquél absurdo maravilloso, una oportunidad, y dije: “¡Bingooooo! Ojalá que haya sido una improvisación y no vuelvan a repetirlo como un pasaje estructurado”. Así fue... para mi suerte. Fue solo un relajo del inmenso talento de Luisito, que no le volví a escuchar. Me quedé callado, partí para el estudio y disfracé el movimiento para que no fuera tan obvio. Puse a July Mondesí, el tamborero de mi orquesta en aquel entonces, a que tapara el hueco que dejaba el quinto de la conga con la palma de la tambora, y fue así como desde fuera se me ocurrió ponerle lo que le faltaba a la ecuación de aquella chercha del Combo Show.

El pez no es del que lo ve...

Había nacido en mi repertorio de colores percusivos, uno más de los movimientos de la base rítmica beduina, y gracias a aquella ocurrencia del gran Luisito Martí, hice el equivalente en la obra de mi papá titulada “El Calor”, y la repetí en otra de Sonny Ovalles, titulada “Don José”. Moraleja: El pez no es del que lo ve, sino del que lo agarra.

Nunca había dicho esto públicamente hasta hoy, 40 años más tarde, pero a eso se le llama: bellaquería. Fui como un niño travieso queriendo hacer trampas inocentes a los demás compañeritos del colegio, aunque “El Caballo”, luego de habérselo confesado, lo llama talento. El asunto es que a mi hermano Juan Vargas, quien es un gran guitarrista y músico, siempre se lo había contado como si se tratara de un crimen que necesitaba confesar a alguien, pero fue la propia globalización que me dijo que podía ‘salir del closet’, con orgullo, y orondo; que de eso se trata la fusión: combinar movimientos, colores y culturas; así que, ¡no panda el cúnico!