El merengue no va a morir porque no sabe hacerlo

Líderes merengueros durante su primer evento realizado el año pasado (Alfonso Quiñones)

BOGOTÁ. Este miércoles, el merengue fue declarado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, por la Unesco. La noticia, aunque me alegró no me sorprendió. Era algo que, suponía que pasaría tarde o temprano. Y creo que pasó justo a tiempo.

Justo a tiempo porque el merengue es un ritmo y un baile que nos identifica como nación, sin embargo percibía el temor de muchas personas de que, con el paso del tiempo, desapareciera. Y digo esto porque los periodistas cada vez que tenían oportunidad de entrevistarme me hacían la misma pregunta, ¿cómo visualiza el futuro del merengue? A lo que siempre respondía, casi que como un poema, “el merengue no va a morir, porque no sabe hacerlo”.

Pero, esa frase es muy corta para explicar todo lo que significa. Por eso quiero remitirme a dos discursos que di justo el año pasado. Uno fue en el marco de la celebración del Día Nacional del Merengue, que se celebra desde el 2005, el 26 de noviembre de cada año. Y el otro fue con motivo de la presentación del libro Merengueros, del periodista Fausto Polanco.

En ambos, destacaba el significado del merengue para nuestra nación y la necesidad de políticas públicas para defender tanto el género musical como a sus exponentes, en aras de preservarlo, promoverlo y difundirlo tanto a nivel nacional como internacional. Y hoy, tras esta declaración de la Unesco, quiero reafirmar lo que dije en aquellos discursos, lo cual explica más profundamente por qué el merengue no va a morir:

El merengue es la patria dominicana convertida en ritmo. En todas las luchas y batallas de la historia de nuestra nación, el merengue ha jugado un papel relevante.

En las luchas por la consolidación de la patria durante los primeros años de la independencia, ahí estaba el merengue.

Los líderes del merengue

Los líderes políticos dirigen el país para lograr el desarrollo material. Los líderes merengueros dirigimos el corazón y el sentimiento de la gente, para que siempre esté latente la esperanza, y que nunca la tristeza y el pesimismo se apoderen de sus sueños.

Cada merenguero, cada orquesta y cada merengue, ha jugado un papel muy importante en cada momento histórico que ha vivido nuestra nación.

Por este motivo, en los últimos años he estado llevando una campaña permanente y agresiva para que desde la cumbre del poder se le dé al merengue y a los merengueros, la importancia que tenemos en el desarrollo emocional y material del pueblo dominicano.

Todo el mundo es consciente, y muy especialmente los que han sido presidentes de la nación desde los 80, que el merengue es una de las industrias que más empleos ha generado y que más ha aportado al Producto Interno Bruto Cultural en las últimas tres décadas.

Todo el mundo es consciente de que el merengue está de manera directa vinculado al turismo, que es una de las principales fuentes de ingreso de la nación dominicana.

Sin embargo, ninguno de los gobiernos que ha manejado el estado dominicano desde los 80, ha tomado una medida de gran trascendencia para colocar el merengue y a los merengueros como parte importante de las políticas públicas.

Es una pena tener que reiterar que, fue el dictador Rafael Leónidas Trujillo quien llevó el merengue al salón de baile de la aristocracia dominicana. Lo impuso como música nacional y aportó decenas de millones de pesos para mantener varias orquestas del Estado. Y sin embargo, sigue siendo sorprendente y vergonzoso decir que, ninguno de los gobernantes democráticos que hemos tenido desde los 80, hasta hoy, ha hecho nada significativo en favor del merengue y de los merengueros.

Por citar algunos ejemplos: No existe un museo del merengue. Y mucho menos, una sola institución cultural del Estado dedicada, con exclusividad, -y recursos- a investigar, consolidar y desarrollar al merengue como ritmo, y a los merengueros como actores principales del mismo. Tampoco hay un programa de prestaciones y jubilaciones para merengueros. No hay seguros médicos ni incentivos estatales de ninguna especie para los músicos, compositores, directores o cantantes de merengue.

Sencillamente, hemos sido abandonados a nuestra propia suerte, a pesar de que, con nuestro trabajo y afán diario, estamos levantando el alma y la alegría de los dominicanos.

De manera que, justo a tiempo llegó por parte esta organización internacional, este reconocimiento a nuestro ritmo insignia de la nación dominicana, el cual representa, para mí, una especie de homenaje tanto al merengue como los merengueros dominicanos. Y quiero aprovechar esta coyuntura reiterar el llamado de atención que hice hace un año tanto al Gobierno como al Ministerio de Cultura, la creación del Instituto Nacional del Merengue.

Este vendría a ser una institución donde, desde el Estado dominicano, se desarrollen acciones para apoyar a los merengueros y al propio ritmo, para ganar más espacios nacionales e internacionales; para apoyar socialmente a quienes se pasan la vida haciendo música y al final de sus días no tienen cómo vivir con dignidad; y para impulsar mejores producciones de merengue, entre muchas otras cosas.

El presidente Medina ha demostrado ser un hombre visionario, un preocupado por las artes y por el desarrollo del país y de los dominicanos. En ese orden de ideas, dicho que el turismo debe ser la locomotora del desarrollo. Y el turismo no tiene un aliado más efectivo que el merengue. Es por eso que se hace impostergable la creación tanto del Instituto Nacional del Merengue, como de políticas públicas que permitan seguir respirando a este género musical, hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que a veces agoniza por la falta de incentivos y recursos.

Ñico Lora, con el acordeón, junto a los miembros de su conjunto típico Por (Fuente Externa)
Merengueros reunidos en la presentación del libro homónimo de Fausto Polanco Por (Fuente Externa)