Yuri, una mujer que se reinventó a sí misma, casi desde las cenizas

Yuri: “Soy otra Yuri, regenerada, aunque sigo siendo la misma en esencia, Dios no cambia tu esencia”. (Alfonso Quiñones)

SANTO DOMINGO. No todos los artistas saben reinventarse y resurgir, como Ave Fénix, de las cenizas propias. Yuri, la cantante mexicana, sí lo ha hecho, y ha visitado la capital domini- cana de la mano de César Suárez Jr., para preparar un próximo concierto en Santo Domingo.

La última vez que estuvo aquí fue hace probablemente más de dos décadas. De entonces acá no solamente ha llovido, sino que Yuri es una nueva persona. Dejó atrás el alcoholismo (“ya no bebo como antes que era para olvidar mis penas, mi soledad”); el sexo desaforado y sin control que la puso al borde de la muerte, pues padeció un papiloma humano y lo descubrió a tiempo, para salvarse de un cáncer (“El doctor me dijo que si hubiese tardado una semana, hubiese padecido cáncer cérvico uterino”), como siempre estaba bebida nunca le decía a un hombre que se protegiera.

Devino entonces una pausa de cinco años, en los que siguió haciendo eventos cristianos, pero se separó del ambiente artístico.

“Hay un lado muy oscuro del que no todos los artistas quieren hablar, por no ser juzgados, señalados. Y eso es respetable, cada quien dice lo que quiere decir”, dijo.

Tuvo que atravesar muchas dificultades para llegar a ser quien es hoy, entre otras cosas, además de artista, madre de una niña adoptada. Una niña ‘culpable’ del álbum de estudio del 2008 Mi hijita linda.

La artista contó a Diario Libre cómo, tras visitar un orfanato, decidieron, ella y su esposo, adoptar a quien hoy la acompaña.

“Desde el principio la vimos, era una niña muy linda, no se llamaba Camila, tenía otro nombre. Tenía unos cinco meses, algo así. Era una niña muy hermosa, con ojos grandes, los caireles, se quedó en los brazos de mi esposo mucho tiempo y no lloró. Y ya cuando nos fuimos, le tomamos una foto, algo que no se podía hacer. Como a la semana nos llamaron, que si queríamos adoptar. Yo tenía mucho miedo, dije que tenía 46 años y ya se me había pasado el tiempo. Ya estoy muy vieja, decía yo. Mi esposo tiene una hija de 26 años, y me dijo por qué no lo intentamos. Nos pusimos a orar y nuestro pastor dijo que si Dios nos había abierto esa puerta, lo hiciéramos”, narró.

Cuando Camila cumplió cinco años, Yuri le dijo que ella no había salido de su vientre. “Le dije que ella es una niña que fuimos a buscar a un castillo, donde Dios deja muchas niñas de diferentes edades, colores, tamaños y que Dios permitió que nosotros fuéramos sus papás”, con lo que la adiestró contra el bullying del colegio.

“Sabemos que el amor transforma las heridas, ese abandono, todo lo que un niño adoptivo trae por las personas que lo engendraron. Porque no se puede decir los padres. El que abandona no es padre, es engendrador. Nada más”, apuntó quien en algún momento pensó en adoptar otro hijo, pero ya no.

“Me gustaría haberlo hecho, pero por mis actividades y sobre todo por mi edad, ya no”, expresó mientras recordó que cuando adoptaron a Camilia comenzaron a dolerle los brazos y ella pensó que era artritis. El médico la sacó de la duda y le dijo que como ella no tuvo su hija en su vientre, no se acostumbró a ese peso. “El cuerpo se acostumbra”, le dijo el médico.

A Yuri le costó mucho trabajo que Camila la aceptara. “Desde el vientre de su madre sienten el rechazo, puede ser del padre o la madre, pero mayormente de la madre... Y cuando mi hija llegó a mi lado la imagen maternal la tenía muy deteriorada. Ella aceptaba mucho al género masculino, pero no al femenino. Para mí fue muy duro y hasta sentí ganas de devolverla”, entonces fue a ver psicólogos que le aconsejaron “entiéndela tú a ella”.

Afirma que nadie sabe quiénes la engendraron, ni siquiera en el lugar donde la adoptó. “Gracias a Dios la dejaron ahí y no dejaron carta ni nada”.

“El amor todo lo cambia, el amor derriba paredes, derriba murallas y sana corazones, y empecé a darle más tiempo y a declarar palabras de amor sobre ella: ‘tú eres una niña que Dios ama’, ‘tú eres una niña especial’, ‘tú eres una niña deseada’, ‘no te tuve en mi vientre pero yo te deseaba’, ‘nosotros somos tus padres’. Y automáticamente mi hija empezó a cambiar, a tal punto que ahora mi hija me dice: “Mamá te amo, mamá te amo”, “eres la mamá más especial”... Definitivamente el amor de Dios transforma la vida de las personas”, expuso.