ExBoina Verde lideró intento fallido para expulsar a Maduro

ARCHIVO - En esta foto de archivo del 5 de febrero de 2020, el presidente estadounidense Donald Trump y el dirigente opositor venezolano Juan Guaidó se dirigen a la Oficina Oval de la Casa Blanca, Washington. (AP)

El plan era sencillo pero peligroso. Unos 300 voluntarios fuertemente armados ingresarían furtivamente a Venezuela desde el extremo norte de Sudamérica. En el camino, atacarían bases militares en el país socialista y desatarían una rebelión popular que terminaría con el arresto del presidente Nicolás Maduro.

¿Qué podía salir mal? Resultó que casi todo.

Ahora el líder de la conspiración está encarcelado en Estados Unidos por cargos de contrabando de narcóticos. Las autoridades de ese país y de Colombia están haciendo preguntas sobre el papel que desempeñó su fornido asesor estadounidense, un exBoina Verde. Y docenas de combatientes desesperados que llegaron a campos de entrenamiento secretos en Colombia dijeron que los abandonaron a su suerte en medio de la pandemia del coronavirus.

El intento fallido de iniciar un alzamiento se derrumbó bajo el peso colectivo de una planeación escasa, disputas entre políticos de oposición y una fuerza mal entrenada que tenía pocas posibilidades de vencer al Ejército venezolano.

“No vas a eliminar a Maduro con 300 hombres hambrientos y sin entrenamiento”, dijo Ephraim Mattos, un exSEAL de la Armada de Estados Unidos que entrenó a algunos de los posibles combatientes en primeros auxilios.

Esta extraña e inédita historia de un llamado a las armas que fracasó antes de despegar se basa en entrevistas con más de 30 opositores de Maduro y aspirantes a luchadores por la libertad que estuvieron involucrados directamente o familiarizados con su planeación. La mayoría habló a condición de guardar el anonimato por temor a represalias.

“Muchos sabían de nosotros, pero no nos apoyaban” dijo. “Tenían demasiado miedo”.

El complot se desmoronó rápidamente a principios de marzo cuando uno de los combatientes voluntarios fue arrestado después de cruzar la frontera hacia Venezuela desde Colombia.

Poco después, la policía colombiana detuvo un camión que transportaba un cargamento de armas nuevas y equipo táctico con valor de unos 150.000 dólares, el cual incluía mirillas telescópicas, gafas de visión nocturna, radios de dos vías y 26 fusiles de asalto de fabricación estadounidense con los números de serie borrados. Quince cascos color marrón fueron fabricados por High-End Defense Solutions, un proveedor de equipo militar con sede en Miami propiedad de una familia de inmigrantes venezolanos.

High-End Defense Solutions es la misma compañía que Goudreau visitó en noviembre y diciembre, supuestamente para obtener armas, según dos exsoldados venezolanos que aseguran haber ayudado al estadounidense a seleccionar el equipo, pero que después tuvieron un amargo distanciamiento de él entre acusaciones de que eran espías de Maduro.

El dueño de la compañía, Mark Von Reitzenstein, no respondió a las múltiples solicitudes por correo electrónico y teléfono para que diera sus comentarios.

Alcalá dijo ser el propietario de las armas poco antes de rendirse para enfrentar los cargos de tráfico de drogas, y dijo que pertenecían al “pueblo venezolano”. También arremetió contra Guaidó, acusándolo de traicionar un contrato firmado entre sus “consejeros estadounidenses” y J.J. Rendón, un estratega político en Miami designado por Guaidó para ayudar a obligar a Maduro a dejar el poder.

“Teníamos todo preparado”, lamentó Alcalá en un video publicado en las redes sociales, “pero circunstancias que se han venido dando a lo largo de la lucha contra el régimen generaron filtraciones desde el seno de la oposición, aquella oposición que quiere seguir conviviendo con el gobierno de Maduro”.

A través de un portavoz, Guaidó respaldó los comentarios que dio a los medios colombianos de que nunca firmó ningún contrato del tipo descrito por Alcalá, a quien dijo no conocer. Rendón indicó que su trabajo para Guaidó es confidencial y que se le exigiría negar cualquier contrato, exista o no.

Mientras tanto, Alcalá no ha entregado pruebas y el presunto contrato aún no sale a la luz, aunque la AP le solicitó repetidamente una copia a Goudreau.

Tras el arresto de Alcalá, la supuesta insurrección parece haberse desbandado. Mientras el coronavirus se propaga, varios de los combatientes restantes han huido de los campos y se han dispersado por todo Colombia, reconectándose con sus seres queridos y tratando de dilucidar cuáles serán sus próximos pasos. La mayoría de ellos están en bancarrota, enfrentan una investigación de la policía colombiana y se sienten frustrados con Goudreau, a quien culpan de haberlos guiado en la dirección equivocada.

Mientras tanto, el liderazgo socialista en Caracas no hizo sino regodearse.

Diosdado Cabello, la segunda persona más poderosa en el país y el operador tras bambalinas de la vasta red de inteligencia venezolana, insistió que el gobierno se había infiltrado en el complot desde hacía meses.

“Sabíamos todo”, dijo Cabello. “Algunas reuniones las hicieron porque nosotros dimos la logística. Ven cómo estaban de infiltrados”.

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