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Dos décadas de Copérnico, el centinela europeo para observar la Tierra

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Dos décadas de Copérnico, el centinela europeo para observar la Tierra

BAVENO. La Unión Europea (UE) celebró hoy el vigésimo aniversario del programa Copérnico, una constelación de satélites clave para tomar el pulso al planeta azul en áreas como la polución aérea, las catástrofes naturales, la evolución de los cultivos o el comportamiento de las masas de agua.

“Cuando mi hija me pregunta qué es Copérnico le digo que es el mayor ‘selfie’ que te puedes hacer”, resumió el responsable del departamento de la Comisión Europea (CE) que gestiona ese programa científico, Mauro Fachini, en la ceremonia celebrada en Baveno, un tranquilo paraje en el norte de Italia donde nació Copérnico.

El programa, que la CE y la Agencia Espacial Europea (ESA) definen como el más ambicioso de la historia dedicado a observar la Tierra, es la evolución de lo que antes se conocía como GMES, compila datos de unos 30 satélites y cuenta con media docena específicamente desarrollados para su misión, los llamados Sentinel (centinela).

Esos “ojos” que Europa ha puesto en el espacio envían a la Tierra una ingente cantidad de datos recopilados en forma de imágenes de amplio espectro y mediciones rádar.

Estos se procesan en su mayoría en el Centro Común de Investigación de la CE, un complejo científico interdisciplinar a orillas del lago Maggiore, en el norte de Italia, donde trabajan más de 2.000 personas en distintos ámbitos y proyectos.

Una de las muchas tareas de Copérnico consiste en medir las variaciones en las masas de agua de la superficie terrestre, es decir, la evolución de los lagos, que se contraen y se expanden, y los cambios en el curso de los ríos.

De esos distintos mapas con “fecha y hora” del planeta, cuyos datos se ponen gratuitamente a disposición de la comunidad científica, se extraen modelos que sirven para que los expertos hagan proyecciones sobre cómo se comportará nuestro planeta.

La potencia de computación que requiere generar esos modelos es tan descomunal que, siguiendo con el ejemplo de las masas de agua, si se hubiera empleado un único ordenador corriente para procesar la información habría hecho falta encenderlo en tiempos de Carlomagno, en torno al 808 d.C.

“¡Y eso sólo para la utilización de un modelo y una sola vez!”, comentó a Efe el responsable de la unidad científica de la CE dedicada a la Seguridad Alimenticia, Alain Bekward, quien explicó que Google cedió parte de sus equipos informáticos para ese proyecto en concreto.

El actual presupuesto de la Comisión Europea para 2014-2020 le consagra al programa Copérnico 4.300 millones de euros (4.982 millones de dólares). Y para el período 2021-2027, el Ejecutivo comunitario ha propuesto elevar la dotación hasta los 5.800 millones (6-720 millones de euros), si bien la cifra final aún debe negociarse con el Consejo y el Parlamento Europeo.

Entre sus prioridades, Bruselas incluído la supervisión medioambiental, la gestión de emergencias y el apoyo a la seguridad marítima y el control de las fronteras, de forma que la ciencia más puntera permita diseñar políticas para los desafíos de la Unión Europea y del resto del planeta.

“Nuevas misiones de Copérnico, como la vigilancia de las emisiones de CO2, permitirán que la UE se convierta en líder tecnológico en la lucha contra el cambio climático, en consonancia con los compromisos en virtud del Acuerdo de París”, asegura la Comisión Europea en su propuesta presupuestaria a largo plazo.

Pero más allá de una herramienta científica y política, el programa Copérnico es, además, un motor de crecimiento económico capaz de impulsar empresas tecnológicas que se nutren de sus datos para ofrecer sus servicios y aplicaciones.

Según la CE, genera hasta 4.000 empleos al año en la UE y aportará 131.000 millones de euros (151.779 millones de dólares) de beneficio a la sociedad europea entre 2017 y 2035, es decir, veinte veces más que la inversión que precisa.

“Lo bueno de Copérnico es que su continuidad está garantizada”, lo que facilita que las empresas se animen a invertir, dice el experto en monitoreo del suelo Michael Cherlet, desde las instalaciones donde en 2002 se midió el efecto de las inundaciones del Danubio y en 2016 se estableció el impacto de los terremotos que asolaron Italia.

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