Lobo manso
Pero si el comportamiento de la demanda estadounidense ha sido un factor clave en ese optimismo, la producción en los EE.UU. es motivo de preocupación
Cuando el ómicron hizo su entrada triunfal en el escenario mundial, los países exportadores de petróleo temblaron. Habiendo logrado que el precio del barril del crudo llegara a alrededor de 80 dólares, la perspectiva de retornar a los peores tiempos de la pandemia lucía ominosa. Temían que la difusión de la nueva variante trajera consigo toques de queda y cierres de fronteras, provocando otro agudo descenso en la demanda. Sin tener que haber sido afectados por el virus, el pulso y la respiración de los ejecutivos de las empresas petroleras, y de los funcionarios de las naciones exportadoras, se aceleraron súbitamente.
Ahora respiran con mayor tranquilidad y sus latidos se han normalizado, en parte porque el ómicron ha mostrado ser un lobo menos feroz de lo que habían imaginado, muy contagioso pero con síntomas más leves. El mayor motivo de su actual complacencia, sin embargo, ha sido la actitud de muchos gobiernos, incluidos los de los EE.UU. y el Reino Unido, de afrontar la ola viral (tercera, cuarta o quinta según el lugar donde se cuenten) con vacunas, sin cierres ni otras restricciones adicionales. Los analistas prevén que el impacto sobre la demanda de petróleo será reducido, creando un ambiente de optimismo entre los exportadores.
Pero si el comportamiento de la demanda estadounidense ha sido un factor clave en ese optimismo, la producción en los EE.UU. es motivo de preocupación. Fuera de la OPEP, los productores estadounidenses han ido paulatinamente ganando cuota de mercado, debilitando el predominio de los exportadores tradicionales agrupados en esa organización, lo que obliga a estos últimos a estar pendientes de los cambios en los inventarios como índice de las variaciones de precio.
La tranquilidad de los exportadores no es compartida por los importadores. Países como el nuestro están teniendo que absorber el mayor costo del petróleo en forma de inflación y salidas de dólares, afectando la sostenibilidad de su crecimiento.