Viernes de pesadilla
El alcantarillado es un ejemplo de lo que los economistas llaman inversiones colectivas
Para muchas personas en la capital, el viernes negro no llegó al final de noviembre sino al principio. La lluvia torrencial del viernes 4 provocó graves pérdidas en términos de vehículos y daños a enseres y equipos. Tuvo lugar en un día y hora en que las personas estaban en sus trabajos, o en camino a comercios y lugares de esparcimiento. Tomó a todos por sorpresa, habiéndose anticipado como una más de las tantas lluvias que habían venido ocurriendo. Una vez comenzó, sin embargo, se hizo evidente que el asunto era más intenso de lo normal.
Los capitaleños están acostumbrados a que las calles se inunden, y la mayoría conoce los puntos más críticos donde eso sucede en las rutas que habitualmente recorren. Aunque, en esta ocasión, la magnitud del percance fue peor, no fue algo que no debiéramos haber esperado. Esto así porque las causas del problema, en lugar de atenuarse se han ido agravando.
Cuando alguien va a comprar un apartamento o una casa, lo que pregunta, según sea su nivel de ingreso, son cosas como si al sitio llega agua, si es seguro o hay mucha delincuencia, si hay acceso al metro o líneas de autobuses, cuántos parqueos tiene, cuál es la cuota de mantenimiento, si hay planta, si la luz se va con frecuencia, qué tan lejos le queda del trabajo o de la escuela de los niños, o quiénes son los vecinos. Es improbable que pregunte si hay alcantarillado pluvial y sanitario. Y los vendedores tampoco le dan importancia.
El alcantarillado es un ejemplo de lo que los economistas llaman inversiones colectivas. De poco sirve a un promotor de viviendas hacer cloacas y poner tubos en su urbanización si no tiene una red a la que conectarse. Dado que grandes zonas de la capital carecen de esa red, la inversión y el trastorno que involucraría crearla son monumentales, y poco atractivos desde el ángulo político. Y significa también que la expansión de la ciudad ha sido estimulada por una subestimación de sus verdaderos costos sociales.