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Los artesanos que vuelven preciosas las piedras de ámbar dominicano

En la cadena de intermediación de la resina se encuentran estos artistas, quienes procuran sacar provecho económico de un producto cuya demanda está afectada por un alegado control de precios. Investigadores extranjeros se han interesado por conocer más sobre los fósiles atrapados.

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Los artesanos que vuelven preciosas las piedras de ámbar dominicano
Una pieza de ámbar en proceso de trabajo en un taller de La Cumbre, entre Santiago y Puerto Plata. (DIARIO LIBRE/MARVIN DEL CID)

Por Mariela Mejía

A un inexperto la máquina le podría cortar los dedos, pero a Richard Ramírez no. A los siete años comenzó a ver cómo su papá trabajaba con ámbar en un taller y, a esta altura de su vida como adulto, le toma solo una hora elaborar una pieza.

Se pasa el día escuchando el chillido de la cortadora y la pulidora mientras da forma al ámbar para montarlo en piezas de joyería que luego serán vendidas en la Ciudad Colonial, en el negocio de un suizo -su patrono-, por ejemplo, a RD$1,000, a RD$12,600, depende lo que sea. Además, el artesano se esmera haciendo figuras; le tomó cinco días hacer un cangrejo.

–Antes al artesano le iba muy bien con respecto a la compra, pero ahora mismo los turistas que vienen llegando aquí compran pocas prendas– se lamenta.

Ramírez es empleado de Henry Huirsch, quien desde hace dos décadas mantiene también el Museo de Ámbar en el segundo nivel del edificio que aloja la joyería.

Protegida en una vitrina, Huirsch exhibe a “El rey del Valle”, una inmensa piedra de ámbar verde y amarilla de 29.75 libras y aproximadamente 28 millones de años, extraída de una mina de El Valle, provincia Hato Mayor. Su valor económico prefiere reservárselo.

–Para mi (el ámbar) era un producto secundario, porque yo estaba interesado en los fósiles que se encontraban en el ámbar, y cuando tú compras mucho ámbar, encuentras algunos fósiles y mucho material estéril, que no tienen fósiles, entonces tuve que buscar la manera de utilizarlo– explica el extranjero.

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Un agente que interviene en la cadena de comercialización del ámbar son los artesanos locales.

En Santiago, en la carretera que conduce a La Cumbre, hay talleres donde estos trabajan la resina, recién sacada de las minas, que más bien parece una piedra grisácea, hueca y visualmente poco atractiva. Con esmero, la pulen y moldean para confeccionar piezas que posteriormente venderán.

Preparan sus joyas y muestras decorativas, pero con un mercado que actualmente está deprimido, el comportamiento de las ventas a veces es incierto.

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En el país hay unos 10,000 artesanos de oficio, además cerca de 32,000 personas que participan de esta actividad, según se estima en el Plan Estratégico para el Desarrollo del Sector Artesanal de la República Dominicana 2015-2018, que no especifica cuántos de estos trabajan con ámbar.

Generalmente, el artesano es un hombre o mujer de estrato social marginal, proveniente en su mayoría de zonas rurales.

–Más de 40,000 familias reciben ingresos básicos, directa o indirectamente, de esta fuente. Esto es más visible en las zonas donde se practica la minería artesanal de pequeña escala– dice el Plan.

El documento destaca que casi nueve de cada diez artesanos realizan otras actividades para generar ingresos puesto que no pueden sobrevivir dependiendo solo de la artesanía.

El Ministerio de Energía y Minas observa que inversionistas extranjeros realizan la compra de grandes cantidades de ámbar y larimar, siendo los que fijan el precio de estas sustancias nacionales.

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Santiago Balbuena, quien oferta souvenirs a los turistas desde hace 15 años en Cayo Levantado, Samaná, conservaba un viejo juego de collar (RD$600) y dijes (RD$300) elaborados con ámbar extraído de las minas de El Valle.

De vez en cuándo limpiaba las piezas para que volvieran a tener brillo. Tenía meses con las prendas sobre una mesa, al lado de otras fabricadas con larimar, esa piedra de color vibrante que solo se encuentra en la República Dominicana y que sus clientes prefieren más.

Él estima que hace unos cinco años decayó la venta de piezas con ámbar en su negocio.

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Un dominicano y artesano considerado un referente para el ámbar dominicano es Jorge Caridad. Es fundador del Taller de Ámbar Ambasa. A él se le encuentra en el museo que abrió en 1996 en la Ciudad Colonial. Lo llama Museo Mundo de Ámbar.

En la entrada del lugar hay vitrinas que exhiben joyas con adornos elaborados con la resina criolla. Pero cuando se sube al segundo nivel del inmueble del siglo XVII se llega al “mundo del ámbar”. Piezas exhibidas muestran una colección que delata el interés de Caridad por este recurso milenario y su artesanía.

Sentado en el patio del museo y mientras suena un merengue de fondo, Caridad evoca que en la costa de Puerto Plata (en el norte) se recogía ámbar. De ahí que le digan a esta zona Costa de Ámbar.

–Cuando hay muchas lluvias se desprenden del río, (el río) las recoge y la lleva a la playa– dice.

El gobierno construyó un puerto para cruceros en esa provincia con el nombre Amber Cove.

Con el sello del museo de Caridad, se publicó en varios idiomas el libro Mundo de Ámbar. En este se cuenta que en 1954 el general Trujillo nombró a Pompilio Brower, un naturalista e investigador de fenómenos geológicos, como director de Minería.

Indica la obra que el interés de Trujillo nunca fue el ámbar, sino el oro.

–Pompilio, búscame oro y no estas piedras sucias– decía Trujillo (según el libro).

Y Brower contestaba:

–Usted sí que es bruto: oro existe en muchas partes del mundo, pero ámbar en muy pocos países. El que la República Dominicana tenga un potencial, casi ilimitado, de ámbar, hará que sea conocida en el mundo entero.

Caridad explica que fue para la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre de 1955, realizada en la dictadura de Trujillo, que el ámbar criollo comenzó a ser notorio. Destaca que llegaron al país profesores extranjeros y diseñadores, y comenzaron a trabajar en la parte de la conformación de los iconos autóctonos.

–Después había un grupo de artesanos que se dedicó a trabajar (el ámbar). Había una asociación que se llamó Coindarte (Cooperativa de Industrias Artesanales), que luego de eso pasó a ser lo que es hoy el Cenadarte (Centro Nacional de Artesanía)– dice Caridad.

El Cenadarte es una institución que depende del Ministerio de Cultura. Se dedica a la capacitación en las diferentes áreas de la artesanía local.

Caridad comenta que a partir de aquellos años, el ámbar dominicano logró conquistar un reconocimiento especial a nivel internacional, sobre todo por su pureza, belleza, colores y aportes al mundo científico por sus inclusiones.

–Por todo el trabajo, esfuerzo y dedicación se reconoce al doctor Brower el calificativo de “Padre de la industria dominicana del ámbar”– precisa el libro Mundo de Ámbar.

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–En los años 75 aún se creía en Europa que el ámbar dominicano no era tan importante ni era tan viejo como es– recuerda Caridad.

–Aquí vino un alemán como consultor y comenzó a llevar ámbar a Alemania, y eso motivó a que vinieran científicos con el tema de la investigación.

En marzo pasado la revista científica Journal of Medical Entomology publicó el hallazgo en la cordillera Septentrional de la República Dominicana de una garrapata atrapada en ámbar por más de 15 millones de años. Llamó la atención de los científicos que en el interior del insecto fosilizado se encontró la sangre de su anfitrión, que se cree era una especie de primate que vivió en La Española durante el periodo terciario medio.

En dicha sangre se encontró un parásito muy similar a los del género Babesia, que en la actualidad causa en los mamíferos una enfermedad muy parecida a la malaria llamada babesiosis.

El hallazgo proporciona evidencia fósil directa de estos parásitos y una fecha mínima que se puede utilizar para futuros estudios sobre la historia de la evolución y la filogenia de la Piroplasmida.

En el 2019 el país será sede del Congreso Mundial del Ámbar con la participación de más de 100 científicos del mundo.

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Los artesanos encuentran una competencia desleal en la venta de ámbar falsificado, especialmente en el mercado chino.

El gobierno procura garantizar un sello de calidad de la artesanía hecha con ámbar. El Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM) coordina esto con el Ministerio de Energía y Minas, y la Dirección de Fomento y Desarrollo de la Artesanía Nacional (Fodearte).

En México, cuyo ámbar es preciado y donde también ha incursionado el capital chino en el negocio, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial emitió en el año 2000 una declaración de protección a la denominación de origen “Ámbar de Chiapas” para proteger el material de la competencia desleal y las falsificaciones. En 2003 se publicó una norma que regula cómo se debe trabajar la resina, la obligatoriedad de métodos adecuados de extracción y el control de calidad.

José de Ferrari, encargado de fomento a la artesanía en el MICM, explica que a través del Instituto Dominicano para la Calidad (Indocal) se aprobó la norma 745 que establece un sello de calidad para los talleres que trabajan la joyería de ámbar y de larimar. Ahora está pendiente su aprobación por el Comité Dominicano para la Calidad (Codoca).

–Cuando ya se tenga la norma definitivamente aprobada, el artesano o el taller puede optar por ese sello de calidad– explica De Ferrari.

–No es obligatorio tener el sello de calidad, es una forma de que, si cumple con lo que establece esa norma, deba usar plata 925, que el ámbar tiene que ser de ámbar, no de plástico, que no puede tener niños laborando en el taller, que debe darle un buen uso a los materiales tóxicos que puedan resultar en los procesos de fabricación y que sean desechados de forma amigable con el medioambiente– enfatiza.

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