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Una Navidad en duelo

Mientras unos la esperan para envolverse en bailes y alegrías, otros temen su llegada por el vacío que genera la pérdida de un ser amado.

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Una Navidad en duelo

La Navidad simboliza, en todos los sentidos, el fin y el principio. Durante ella los seres queridos suelen reunirse trayendo a la memoria y el alma a aquellos que una vez estuvieron y ya no estarán. Mientras unos la esperan para envolverse en bailes y alegrías, otros temen su llegada por el vacío que genera la pérdida de un ser amado. Son muchas preguntas con respuestas particulares; encuentra algunas en este artículo de la mano de Ana Simó, psicóloga especializada en manejo de duelo, dependencia emocional y autoestima.

Cuando se está en duelo en nuestro interior no hay cabida para las celebraciones; por lo tanto la falta de ese ser querido que ya no está solo podría dar paso a un ritual navideño. Ana Simó aclara que este sentimiento no solo permanecerá en la primera Navidad a partir de la pérdida, puede durar muchos años, “todo va a depender de la forma en la que falleció, el significado de la Navidad para esa persona, el de la persona para nosotros, el tipo de vínculo y demás”.

El duelo es un dolor indescriptible, no es un mal físico que se resuelva con un medicamento; al ser emocional quiebra el alma y el corazón, dice Simó. Todo cuanto se haga es una decisión particular del individuo, incluyendo la Navidad.

Si de todas formas se decide celebrarla, hay que tomar en cuenta a esa persona a la que le ha afectado más la muerte. Cada quien vive el duelo de una manera muy personal y para nada representa un medidor de afecto; hay quienes lo expresan verbalmente, y otros se aíslan, o se ponen de mal humor. Además hay etapas en este tipo de aflicción y con ellas llegan las sorpresas, resalta la experta. Su recomendación es que aquel que lo esté superando, deberá ser paciente y nunca intentar siquiera presionar a los demás, diciendo frases como “tienes que poner de tu parte” o “ahora es un ángel que te cuida”, que solo empeorarán el estado emocional.

Ahora bien, al que más le haya afectado, según Simó, debe entender que el fallecido ya no va a volver; duele mucho aceptar la realidad de que ya no le podrás hablar, ni abrazar, ni en los momentos difíciles, ni en los de alegría. “Lo único que te queda es su legado, recuerdo y el amor, a veces con buen sabor, a veces no”.

Integrarse a la festividad está sujeto al tiempo que haya pasado; si es muy reciente el fallecimiento, Ana dice a sus pacientes “usted no tiene que complacer a nadie” hay que buscar la respuesta en el interior, porque se suele poner más lento y hay un deseo de no exponerse por múltiples factores, entre ellos las personas que nunca guardan el morbo y se desbocan en preguntar. Al afectado le corresponde autocuidarse y saber en qué espacio puede estar y con quién, porque en medio del festejo puede romper a llorar y desatarse malestares físicos como taquicardias, náuseas y dolores de cabeza.

No siempre el más afectado es el que más ama, porque tal vez ese pudo dar todo lo que quiso.

¡Prudencia!, exclama Ana, porque uno de los problemas que presentan los terapeutas es que la mayoría de la gente no es prudente, se convierten en “psicólogos”, compran libros sobre temas de duelo y los regalan a las personas, si son creyentes citan versículos bíblicos y atosigan hasta la frustración a los que están pasando por la triste situación. Con buena intención y con imprudencia, tu ayuda lo hundirá. “Lo que menos se quiere en momentos de dolor es una larga lista de consejos porque no mejora el malestar. La mejor forma de ser prudente en situaciones como esta es el silencio, un abrazo, un te quiero mucho... no puede haber más recomendaciones, ni esas preguntas que tanto nos gustan a los dominicanos”.

En síntesis, celebrar la Navidad en duelo es una decisión particular y no una imposición cultural.

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