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El ladrido de Frida, esperanza para las víctimas de terremotos en México

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El ladrido de Frida, esperanza para las víctimas de terremotos en México
La perra rescatista Frida trabaja junto a unos de sus entrenadores en Ciudad de México (México). (EFE/MARIO GUZMÁN)

MÉXICO. Sus características gafas, chaleco y botitas, así como su carácter afable, han hecho de Frida todo un símbolo tras los terremotos que este mes azotaron México, en los que la tarea de esta perra rescatista y sus dos compañeros han supuesto un aliento de ánimo para las personas atrapadas entre los escombros.

“Un ladrido de nuestros perros es una esperanza de vida para las personas que están ahí”, afirma a Efe el capitán Israel Monterde, responsable de la sección canina del Cuartel General del Alto Mando de la Marina, en la capital mexicana.

Frida, labrador blanca de ocho años, forma parte del grupo de búsqueda y rescate en estructuras colapsadas de la corporación, en la que también participan 25 personas y otros dos perros, Evil y Eco, de dos años.

En las tareas de rescate por los terremotos que paralizaron el sur y centro de México, la perra pronto llamó la atención de ciudadanos y medios, protagonizando algunas de las contadas noticias positivas en mitad de las dos tragedias, que ya suman más de 450 víctimas mortales.

“La caracteriza mucho su temperamento, es una perra muy dócil, muy sociable, y tiene un carácter muy agradable”, explica el cabo Emmanuel Hernández, uno de los dos manejadores de Frida.

El cabo explica que recibir mucha atención no la desestabiliza, lo que queda demostrado solo con observar el comportamiento del animal, quien -atento a las instrucciones de sus manejadores- acepta de buen grado caricias y fotografías.

Esto es gracias a un ejercicio que se conoce como

“discriminación”, y que busca que en las áreas de desastre, donde hay multitudes, “ella no se distraiga, se enfoque únicamente en su trabajo”, señala Hernández.

A lo largo de su vida como rescatista, Frida ha sido responsable de 53 hallazgos y 12 de ellos han sido de personas con vida. También ha participado en misiones internacionales en países como Haití y Ecuador.

Comenzó a estar operativa cuando cumplió un año, pero su entrenamiento inició cuando apenas tenía tres meses.

Al igual que ocurre con los otros perros, en la primera etapa se trabajó para que adquiriera apego con su “atractor”. En su caso, es un juguete negro que la perrita no pierde de vista.

A continuación, se trabaja para que sociabilice con otros perros y personas y se familiarice con sus manejadores.

Monterde explica que solo cuando este proceso esté bien asimilado se puede empezar con una nueva fase de entrenamiento más enfocado en la búsqueda de personas en áreas de desastre, con ejercicios en los que tiene que encontrar a sujetos que están a la vista o escondidos.

Es entonces cuando “se le empiezan a meter aromas hasta que el perro relaciona el aroma con su juguete (su atractor)”.

El capitán recuerda que cuando una persona está atrapada en una situación extrema, como sucede en los terremotos, “empieza a generar estrés, ese estrés va a producir adrenalina y otras sustancias que va a expedir el cuerpo de manera natural”, y eso es lo que va a identificar el perro.

En realidad, sintetiza, lo que Frida busca entre los escombros es, sencillamente, su juguete.

Gracias a sus sentidos del olfato y auditivo, mucho más potentes que los del ser humano, un perro rescatista puede identificar a personas que estén atrapadas hasta bajo diez metros de escombros.

El proceso de búsqueda, si bien es delicado, no es de riesgo para el animal, dado que “siempre se busca ante todo la seguridad de ella”, defiende su manejador.

Antes de que entre al lugar de la catástrofe, el personal de búsqueda y rescate accede al espacio y determina si es conveniente que ella acceda y, si es necesario, apuntalar antes para evitar derrumbes.

Las gafas de Frida, hechas a medida, están acojinadas, el chaleco es un arnés que le protege el torso en las expediciones por áreas inestables y las botas son flexibles y le protegen de clavos o cristales, así como de choques eléctricos.

A la perra, a quien tras los terremotos le han dedicado camisetas, peluches e incluso canciones, le quedan “al menos un par de años” en activo, asegura Hernández.

Cuando un perro de rescate se hace veterano, pasa a hacer labores de confirmación, para constatar los hallazgos de los canes más jóvenes. Más tarde, agrega, cuando se retira, “pasa en adopción a personal de la institución”.

“Obviamente tenemos muchísimas solicitudes, hay muchísima gente que quisiera llevársela en adopción”, comenta el manejador con una sonrisa.

Por: Isabel Reviejo

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