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Quinamayó, el pueblo colombiano que celebra la Navidad en febrero

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Quinamayó, el pueblo colombiano que celebra la Navidad en febrero
Los habitantes adoran la figura de un niño Jesús negro.

COLOMBIA. Los habitantes de Quinamayó, una pintoresca población de descendientes de esclavos negros en el suroeste de Colombia, adoran una figura del Niño Dios negro, el eje central de la Navidad que para ellos es a mediados de febrero y no el 25 de diciembre.

La celebración comenzó el domingo por la noche, dos días más tarde de lo habitual debido a la lluvia que azota la región del Pacífico colombiano, con una colorida procesión por el pueblo en el que la gente lleva en andas un Niño Dios negro al que colman de cantos y bailes tradicionales.

La figura es acompañada por cantoras, ángeles y soldados cuya labor es “custodiarlo durante el desfile para que llegue sano y salvo”, contó a Efe el coordinador del evento, Holmes Larrahondo.

“El nacimiento del Niño Dios es el 25 de diciembre pero en nuestras comunidades negras tenemos la creencia que hay que guardar la dieta (cuarentena) de la mujer que da a luz a su hijo, entonces no celebramos la Navidad en diciembre sino en febrero”, explicó Larrahondo.

Por creencia popular, los habitantes de Quinamayó, caserío a unos 20 kilómetros del centro de la localidad de Jamundí, en el Valle del Cauca, decidieron que el 16 de febrero fuera la celebración de la Navidad porque justo en esa fecha se cumplen los 45 días de la dieta que guarda una mujer luego del parto.

“Las personas que nos hacían esclavos celebraban su fiesta normalmente en diciembre y a nosotros los esclavos nos daban cualquier otro día del mes, entonces nosotros decidimos esa fecha después de los 45 días que María puede bailar con nosotros”, detalló.

En los festejos también hay bailarines que danzan la tradicional “fuga”, una coreografía de adoración al Niño Dios que ejecutaban los esclavos negros cuando les daban momentos para festejar y en las que arrastraban los pies porque “no tenían mucha libertad” para moverse por las cadenas que llevaban.

Por tradición afrocolombiana, el Niño Dios es acompañado por dos madrinas y un padrino que, en palabras de Norfi Daniela Viáfara, es algo muy auténtico que resalta su “identidad como negros”.

“Es una identidad que no se pierde (...) que cada día renace, porque en ella están las personas que ya murieron y los que están más adultos. Pero seguimos siendo los niños y los jóvenes los que queremos siempre conservar esta tradición”, contó a Efe.

Para Viáfara es importante proteger esta tradición navideña porque representa su “renacer” como negros.

“Los jóvenes somos los que hicimos que esta fiesta se hiciera.

Queremos conservar su tradición porque no hay que perderla (...) Por mucho que estemos rodeados de otras culturas, porqué acá han llegado otras culturas y otros tipos de personas, no hay que perder esa identidad”, apostilló.

Roberto Mosquera, un músico que toca la tuba, reconoce que los festejos son una tradición que les dejaron los antepasados y señala que la “fuga” es un baile “con mucho honor y mucho respeto”.

“No es para degenerarlo, es para aprender a bailarla y el que no sepa bailarla que no se meta a la fila a bailar reguetón porque eso degenera la tradición de la ‘fuga’”, manifiesta.

También aparecen en los festejos “la estrella de Oriente, que es la que nos va a guiar a donde está el Niño”, según Mosquera, y junto a ella salen la Virgen María, San José y las indias, que acompañan al Niño Dios a la iglesia, en donde continúa la fiesta.

Después de eso, la multitud enciende antorchas, quema pólvora y lleva al niño Jesús a la plaza central del pueblo, en donde la fiesta llega a su apogeo en una celebración que se extiende hasta el amanecer.

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