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La Clase de la Tierra

De la mina al pupitre, el diálogo pendiente sobre desarrollo y justicia territorial

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La Clase de la Tierra
La clase que se debe, minería, constitución y el futuro de nuestra isla. (GENERADA CON IA)

Un aula de la provincia de "Monseñor Nouel" se convierte en escenario para hablar de minería, Constitución, agua y comunidad: la próxima generación frente al pacto minero que el país se debe.

En continuidad con nuestra serie de artículos sobre "pacto social minero", este texto propone una mirada distinta: entrar al debate desde la escuela, que es el lugar donde se forman las futuras generaciones del país.

Era viernes, y en la pizarra del colegio se leía en letras grandes: "Profesiones que cambian el mundo."

Era un colegio ubicado en Monseñor Nouel, en la República Dominicana, donde el mar y las montañas parecen recordarnos cada día que vivimos sobre una tierra generosa, pero limitada.

Los padres esperaban su turno frente a un grupo de niños curiosos. Habían pasado ya un médico, una periodista y una ingeniera civil. Faltaba él: el padre de Abigail. Traía un portafolio, un pequeño libro de la Constitución, y una calma que solo se aprende en los pasillos donde las leyes y la vida se cruzan.

Cuando entró, la profesora sonrió con amabilidad.

—Bienvenido, señor. ¿A qué se dedica usted?

—Soy abogado —dijo—. Trabajo como vocero en el sector minero. Me encargo de explicar, de forma simple, lo que hacemos y por qué lo hacemos siempre dentro de las leyes del país y con el rigor científico que merece el tema.

Hubo un murmullo breve. Algunos niños lo miraron con respeto, otros con confusión. La palabra minero les sonaba lejana, casi como algo subterráneo, a pesar de que muchas de las cosas que usaban a diario —desde las tabletas hasta los pupitres metálicos— tenían una historia que empezaba bajo la tierra.

La Profesora

—¿Y eso exactamente qué significa? —preguntó ella, con el tono sereno de quien representa al Estado—. Porque cuando hablamos de minería en nuestro país, solemos hablar también de conflictos: permisos, agua, impacto ambiental... y noticias de ríos contaminados o comunidades que protestan en el interior.

El abogado se acomodó los lentes.

—Significa que la tierra tiene derechos, y las personas también. Mi trabajo es ayudar a que se encuentren sin lastimarse. El Estado pone las reglas, las empresas las siguen, y mi papel es asegurar que ese diálogo sea honesto, público y transparente.

Hizo una breve pausa y añadió:

—A veces eso significa sentarme en una mesa con comunitarios, ingenieros y autoridades para revisar juntos un estudio de impacto ambiental; otras veces, acompañar a los técnicos que miden la calidad del agua de un río de nuestra cordillera o de una cuenca cercana a una comunidad, y publicar esos resultados para que cualquiera pueda leerlos. Si algo no cuadra, hay que corregirlo, aunque sea incómodo.

—Yo defiendo la minería, sí —continuó—, pero solo cuando respeta la ley y a la gente. En un país pequeño como el nuestro, no nos podemos dar el lujo de equivocarnos muchas veces.

La profesora lo escuchó en silencio. Después asintió con una sonrisa breve, la de quien no concede, pero respeta.

—Entonces usted no defiende a las empresas —dijo—, sino a la palabra empeñada.

—Exactamente —respondió él—. Al compromiso entre desarrollo y justicia, entre lo que dice la Constitución y lo que siente la gente en los territorios.

Abigail

Abigail levantó la mano. Su coleta se movía con la misma energía que su curiosidad.

—Papi, ¿y si la tierra hablara, qué te diría?

—Creo que me pediría respeto —respondió él—. Que no la usemos como si fuera infinita. Que cada permiso tenga una historia, y cada mina, un final digno. Que en esta isla la recordemos no solo cuando tiembla, sino también cuando nos sostiene.

—¿Y si el agua hablara? —insistió.

—Me diría que sin ella no hay riqueza que valga. Que no hay oro, cobre, niquel, ni cemento, ni exportación que justifique dejar un río muerto.

Los niños lo miraban atentos. Nadie respiraba fuerte.

Abigail siguió:

—Entonces, ¿por qué hay gente que dice que los mineros son malos? Nuestro vecino dice que secan los ríos y que después nadie responde.

El padre suspiró.

—Porque antes hablabamos poco y excavamos mucho. Y también porque, cuando alguien no cumple, todos cargamos con la culpa. En nuestro país la memoria es corta, pero las heridas del territorio duran mucho. Ahora... tratamos de hacer lo contrario: excavar menos en la tierra y más en la confianza. Mi trabajo no es convencer, sino explicar. Cuando la gente entiende y puede ver los datos y las decisiones, la desconfianza se vuelve diálogo.

La profesora, con gesto pensativo, se apoyó en el escritorio.

—¿Y qué pasa cuando el diálogo no basta? Cuando hay intereses, poder, desigualdad... y la gente sale a la calle porque siente que no la escuchan? Eso lo hemos visto más de una vez en nuestros pueblos.

—Ahí entra el derecho —dijo él—. No el derecho como castigo, sino como equilibrio. La ley no protege a la empresa ni al Estado: protege el pacto. Ese hilo invisible que une al campesino, al técnico, al funcionario y al abogado. Si se rompe, no hay desarrollo posible, ni en minería ni en ninguna otra actividad.

Se inclinó un poco hacia el grupo de niños:

—Por eso, cuando una comunidad dice "no entendemos" o "no confiamos", la mina no puede seguir como si nada. Tiene que detenerse, explicar mejor o cambiar el plan. Si el pacto se pierde, la ley tiene que recordarnos por qué empezamos, y el Estado tiene que hacer cumplir esas reglas, no solo escribirlas.

—Entonces —dijo ella— usted no defiende minas.

—No, profesora —respondió con una leve sonrisa—. Defiendo puentes. Puentes entre la ley y el paisaje, entre las necesidades del país y los derechos de cada comunidad.

Al terminar, los niños aplaudieron con timidez. Abigail corrió y lo abrazó.

En el pasillo, mientras salían, le dijo bajito:

—Papi, cuando sea grande quiero hablar como tú, pero sin miedo.

Él le acarició el cabello.

—Ojalá hables mejor que yo —susurró—, y que cuando lo hagas, ya nadie tenga que explicar por qué la ley y la tierra pueden quererse en esta pequeña isla nuestra.

La profesora los vio salir y escribió en la pizarra, con tiza verde:

"La minería moderna no se defiende, se explica con evidencia y se practica con responsabilidad."

TEMAS -

Director Ejecutivo, Cámara Minera Petrolera de la República Dominicana.