Este pacto lo entiende todo el mundo
La reforma del Código Laboral es un asunto de interés muy público. De acuerdo, todas las leyes y todos los códigos lo son, puesto que regulan la vida y la convivencia de los ciudadanos.
Pero entendámonos... Las discusiones sobre el pacto eléctrico pueden durar cinco años más y a nadie le sorprendería. Hace unos años a un gerente de la que entonces se llamaba CDE se le ocurrió publicar la fórmula de la tarifa eléctrica y el ciudadano de a pie mandó el tema a la carpeta de asuntos ininteligibles. Nos quejamos si sube pero nadie pretende fingir que la entiende.
El Código Laboral es otra cosa. El empleado público y privado lo conoce y está muy pendiente de cómo le afecta cualquier cambio.
Las conversaciones para su reforma parten de un acuerdo, que no es poco: el Código ha quedado obsoleto y necesita algunos ajustes. Al día de hoy no está muy claro ni cuáles artículos del Código se van a reformar, qué se está discutiendo ni quién lleva las de ganar: los sindicalistas hablan de más y los empresarios de menos.
En medio, una ley de Seguridad Social que se quiere cambiar, unos fondos de pensiones que no convencen a casi nadie, un sistema de salud pública todavía balbuceante, la mentalidad entre los trabajadores bastante aferrada a la cesantía en su actual esquema y un baile de siglas de institutos que confunde a cualquiera.
Es una reforma tan seguida y que afecta de manera tan profunda a la fuerza laboral que los participantes en esa mesa tripartita deberían hacer un esfuerzo de transparencia. No es un tema sectorial, gremial o partidista.
No es como el pacto eléctrico. Este se entiende.