¿Esto tiene arreglo?
Si alguna conclusión hay que sacar de lo que se está viviendo es que no se puede inventar la rueda cada cuatro años.
Si las instituciones fueran sólidas y respetadas, las elecciones, a estas alturas de la democracia, no serían un quebradero de cabeza. No haría falta inventar cada cuatro años un sistema. Con arrastre, sin arrastre, ahora juntas, ahora separadas, con máquina, sin máquina. O con máquina, pero con otro escáner. Y así, ad infinitum...
Tomarse la democracia en serio. Tan en serio que no puede dejarse en manos de los partidos. Empecemos por ahí. (¿Compran votos? Porque los vendemos.) La capacidad de inventar de los políticos es directamente proporcional a su necesidad de llegar al poder. Son las instituciones y los ciudadanos los que pueden parar las trampas. Ellos no lo van a hacer. Ni aquí ni en otras partes del mundo.
Ya se cuentan por miles los millones de pesos que cuesta cada nueva idea. En otros países los organismos electorales son de bajo perfil, personal prácticamente anónimo. Aquí la JCE se pasa tres años de titular en titular. Cuestionada o cuestionando. Obligada u obligando.
Las improvisaciones cada cuatro años están deteriorando el sistema al punto de ponernos al borde de una crisis seria. Esa volatilidad electoral solo trae turbación e inestabilidad. La compra y venta de votos. El transfuguismo. El alquiler de siglas. El presupuesto nacional troceado por las alianzas electorales. El clientelismo.
Todo empieza porque cada cuatro años la clase política se inventa una ley, un sistema, un método.
O esto termina o nos enquistamos en la crisis.