“¡Mi papá es policía!”

El sábado, haciendo las compras en el supermercado, le hice un guiño a un niño que junto a su madre, esperaba turno para comprar unos quesos. La mamá le dijo “saluda al señor” y el niño al saludarme y decirme su nombre agregó con claro orgullo: “Mi papá es policía”.

Hasta ese momento, no había escuchado a alguien sentirse orgulloso de ser policía en este país y mucho menos a un niño expresarse con tal seguridad.

Ser policía no tiene buena imagen en esta sociedad, a pesar de que la inmensa mayoría de los agentes son personas que tratan de hacer su trabajo en las poco adecuadas condiciones en que deben realizarlo.

No es solo el bajo salario, o las precarias condiciones de vida y trabajo, sino también la idea que tienen todos de que los policías son corruptos e influenciables por cualquier motivo.

Es verdad que ahora tienen más equipos y medios y que la Policía hace un enorme esfuerzo por mejorar como organización, pero son tantas las carencias educativas, de entrenamiento y de condiciones materiales de existencia, que un niño tiene pocas razones para sentirse orgulloso de su progenitor.

Sin embargo, quisiéramos que cada niño del país se sintiera orgulloso de su padre, independientemente de la profesión u oficio que ejerza, porque en ese orgullo está el reconocimiento de que su padre es un hombre bueno, que cuida su familia, que la honra y que no ha dado motivos para que ese hijo sienta que algo cojea.

Porque, aunque se piense lo contrario, los hijos se dan cuenta, los hijos escuchan lo que se habla en la calle.

Queremos un país orgulloso, no que sienta lástima de sí mismo. Un país de hijos orgullosos de sus padres.

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Adriano Miguel Tejada