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Benedicto XVI, el pastor alemán

Benedicto XVI cumplió un rol necesario para una institución que entró en su tercer milenio entre luces y tinieblas

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Benedicto XVI, el pastor alemán
El papa Benedicto XVI. (ARCHIVO)

Escribí, hace diez años, a propósito de la renuncia al papado, el 11 de febrero de 2013, de Benedicto XVI, que con su salida del Vaticano hacia Castel Gandolfo, que fue su primera morada, terminaban poco más de  treinta y tres años de un solo pontificado: el de Karol Wojtyla y el de Joseph Ratzinger. El segundo no fue más que la continuación del primero, independientemente de diferencias de carácter, de dimensión humana, de carisma personal y otros detalles. Juan Pablo II terminó su mandato disminuido, transformado físicamente, tembloroso y con la mirada perdida, pero en pie, atento a sus responsabilidades, aguardando el final sin abandonar la cátedra petrina. Ratzinger vio mermadas sus fuerzas físicas, aunque con suficiente lucidez, pero no cumplió su promesa cuando se presentó al mundo tras ser electo el Papa 265 de la historia de la iglesia, el 19 de abril de 2005, y pidió entonces que oraran por él “para que, por miedo, no huya ante los lobos”.

Me contó en una ocasión, quien para entonces era la más alta personalidad de la iglesia católica dominicana, que los miércoles de cada semana, Wojtyla paralizaba sus labores cotidianas para reunirse a solas con Ratzinger en las habitaciones privadas del primero. La agenda papal tenía destinado ese día, salvo fechas especiales que modificaban el compromiso,  para los encuentros del Pontífice Romano y el cardenal que dirigía el dicasterio más relevante de la iglesia: la doctrina de la fe: su salvaguarda, su vigilancia, su cuidado. Lo que siglos antes se conoció, y no con buen recuerdo, como Santo Oficio, era la prefectura a cargo de Ratzinger durante varios años. El teólogo eminente y el filósofo y filólogo de alta calificación, se encontraban cada siete días para evaluar a solas, sin que nadie supiera nunca a ciencia cierta lo que trataban -sólo era rumor vaticano- los profundos y difíciles caminos de la teología y los áridos campos del saber filosófico. La visión del teólogo permitía suplir al filósofo de armas imprescindibles para enfrentar los vaivenes de la fe y el examen de los capítulos y episodios que formaban el cuerpo doctrinal, y la mirada del filósofo, escrutadora, disuasiva, frente a la realidad transida y sacudidora, proveía a su interlocutor las municiones con las que debía recargar sus instrumentos de defensa de la fe. De ambas visiones se llegaba, suponemos, a una conclusión, hasta la semana siguiente, cuando nuevos filamentos, renovados aconteceres del pensamiento y de la acción eclesial, obligaban a las dos cumbres de la intelectualidad de la iglesia romana, a reanudar un diálogo que nunca cesó y que marcó los papados de ambos para convertirlos en uno solo que se extendió por 34 años, 3 meses y 27 días.  Tomemos en cuenta que Albino Luciani,  Juan Pablo I, antecesor de Wojtyla, solo permaneció 33 días, ante su abrupta muerte el 28 de septiembre de 1978.

El filósofo polaco y el teólogo alemán crearon y sostuvieron una nueva plataforma eclesial, con posturas doctrinales redefinidas, un pensamiento radiante, la férrea defensa de la ortodoxia católica y una línea disciplinaria que logró poner en jaque a movimientos contestatarios dentro de la Iglesia que estuvieron a punto de resquebrajar su orden milenario.  Fueron pues, dos papas que fundaron una sola era, en visión y praxis, con sus naturales variantes, una comunión direccional del trono del apóstol,  que realizó una siembra desde un ritual fraterno que delineaba en el mutismo y la discreción las posturas doctrinarias.

Anotemos lo siguiente: Wojtyla fue también teólogo, graduado en la Universidad de Lublin y realizó estudios especializados de Teología Moral y Ética social. En tiempos difíciles, debido al régimen comunista de Polonia, donde los estudios sacerdotales se realizaban clandestinamente, Wojtyla brilló como uno de los intelectuales más reconocidos y llegó a ser un catedrático universitario de renombre. Aspiró pertenecer a la orden de los carmelitas descalzos, pero como Ratzinger se ordenó de sacerdote diocesano, en tiempos en que la formación sacerdotal no se parecía ni a la posconciliar ni a la actual. Tanto Wojtyla como Ratzinger abrevaron en un texto que les resultó iluminador a los dos, el libro “Catolicismo” de Henri de Lubac, el famoso teólogo jesuita, uno de los más influyentes del siglo XX, autor también, entre otra gran bibliografía, de “El drama del humanismo ateo”. De modo que la orientación jesuítica estuvo insertada en la educación espiritual de ambos pontífices.

A pesar de sus coincidencias y su proximidad doctrinal, Wojtyla y Ratzinger poseían singulares diferencias. Wojtyla fue un gran pastor, como sacerdote, como obispo y como pontífice, realizando un gran proselitismo evangélico, mientras Ratzinger, intelectual puro, apenas ejerció su misión pastoral por escasos dos años, antes de ser trasladado a Roma. Prácticamente, no hizo vida sacerdotal. Juan Pablo fue el papa más joven del siglo XX, llegando al sillón de Pedro a los 58 años, lo que le permitió un largo pontificado pese a su condición de salud en los años finales de su pontificado, mientras que Benedicto tenía 78 años cuando recibió la tiara y el cayado, ejerciendo sólo por poco más de siete años. Juan Pablo era de conformación atlética, mientras Benedicto siempre fue débil, confrontaba problemas coronarios y sufrió un derrame cerebral en 1991 que le afectó el campo izquierdo de su visión. Wojtyla era alegre, risueño, portador de un carisma impresionante; Benedicto, hierático, de rostro severo, poco dado a sonreír. Tuvieron dos coincidencias importantes: ambos venían de hogares humildes y cristianos, y enfrentaron en sus respectivas naciones de origen las acciones terribles de los totalitarismos. Y, obviamente, los unió la formación intelectual. Pensadores de primera línea, con un conocimiento cabal de la doctrina cristiana, pero también de las ideas que han signado la historia de la humanidad, expuestas en una producción literaria amplísima y docta, tal vez los dos únicos pontífices que han tenido esa cualidad tan sobresaliente, clave para entender la trascendencia de los actos de sus respectivos pontificados, sobre todo en los problemas planteados por Ratzinger del relativismo, el pelagianismo contemporáneo,  la supuesta dicotomía entre fe y razón, ciencia y religiosidad, y  el paso de las diferentes generaciones que han visto morir las ideologías donde se formaron y en las que creyeron.

Después de una estancia de dos meses en Castel Gandolfo, al renunciar al papado, Benedicto XVI se trasladó al antiguo monasterio Mater Ecclesiae, ubicado en el Vaticano, donde vio llegar el fin de sus días terrenales el segundo día del año que camina. Enfrentó las rebeldías de su amigo y condiscípulo Hans Kung, cuya tesis teológica combatía; llamó al orden al arzobispo francés Marcel Lefebvre, espíritu conservador que amenazaba el ecumenismo, aunque luego Benedicto cedería en la defensa del latín como alternativa viable en la liturgia, rito lingüístico abandonado después de Vaticano II; criticó duramente a Leonardo Boff, el autor de “Iglesia, carisma y poder” cuya Teología de la liberación Ratzinger hundió sin que se produjese un cisma. Alguna vez dijo que la iglesia católica estaba llena de “porquería y arrogancia”. Le llamaron “sucesor de Torquemada”, “martillo de herejes”, “pastor alemán”, por sus dotes de guardián y la fiereza de sus actos disciplinarios contra los cismáticos. “La Iglesia no puede ser rebajada al nivel de un partido político, para repudiar su programa viejo y sustituirlo con uno nuevo”, argumentaba. No guardó todo el silencio que prometió, era un papa en la sombra con seguidores y permanente presencia en las redes sociales. Hubo de recordar diariamente que bastantes luchas tuvo la Iglesia con los “papas negros” jesuíticos como para permanecer callado. Y Francisco es de esa prole. El pastor alemán cumplió un rol necesario para una institución que entró en su tercer milenio entre luces y tinieblas.

LIBROS
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    Benedicto XVI, La esfera de los libros, 2007, 447 págs. Primera parte de su voluminosa biografía de Jesús, abarcando en esta desde el bautismo hasta la transfiguración.
    JESÚS DE NAZARETH

    Benedicto XVI, La esfera de los libros, 2007, 447 págs. Primera parte de su voluminosa biografía de Jesús, abarcando en esta desde el bautismo hasta la transfiguración.

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    Joseph Ratzinger, Galaxia Gutenberg, 2005, 441 págs. Amplísima conversación con el escritor alemán Peter Seewald, biógrafo de Ratzinger, y las opiniones de este sobre variados temas globales.
    DIOS Y EL MUNDO

    Joseph Ratzinger, Galaxia Gutenberg, 2005, 441 págs. Amplísima conversación con el escritor alemán Peter Seewald, biógrafo de Ratzinger, y las opiniones de este sobre variados temas globales.

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    Joseph Ratzinger, Ediciones Encuentro, 2005, 159 págs. El autor cuenta su historia, desde 1927 hasta 1977.  Orígenes, infancia, su vida en el Tercer Reich, sus estudios, su oficio militar, su sacerdocio.
    MI VIDA

    Joseph Ratzinger, Ediciones Encuentro, 2005, 159 págs. El autor cuenta su historia, desde 1927 hasta 1977. Orígenes, infancia, su vida en el Tercer Reich, sus estudios, su oficio militar, su sacerdocio.

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    Cardenal Joseph Ratzinger, Ediciones Palabra, 1997, 310 págs. Otra conversación con su entrañable amigo Peter Seewald, esta vez sobre cristianismo y la iglesia Católica ante el nuevo milenio.
    LA SAL DE LA TIERRA

    Cardenal Joseph Ratzinger, Ediciones Palabra, 1997, 310 págs. Otra conversación con su entrañable amigo Peter Seewald, esta vez sobre cristianismo y la iglesia Católica ante el nuevo milenio.

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    Jesús Bastante, La esfera de los libros, 2005, 253 págs. Otra biografía sobre Ratzinger, publicada después de ser electo como Papa. Las claves de su elección y los desafíos ante el siglo XXI.
    BENEDICTO XVI, EL NUEVO PAPA

    Jesús Bastante, La esfera de los libros, 2005, 253 págs. Otra biografía sobre Ratzinger, publicada después de ser electo como Papa. Las claves de su elección y los desafíos ante el siglo XXI.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.