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Bolero Andariego

Es que el bolero, ese majadero andariego, se comporta como "el musguito en la piedra"

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Bolero Andariego

Sábado a las 8:00 de la mañana, suena el Samsung Galaxy con insistencia. Es un viejo camarada de la bohemia reclamándome, con razón, que dejé fuera a Lucy Fabery. Una diva fabulosa nacida en Borinquen, con carrera de lujo en cabarets y en la televisión de Cuba, México, Nueva York y otras latitudes. Exponente del filin, voz melosa, elegante, toda ella chocolate.

Una mulata soberbia que todavía a los 80 años grabó un CD de maravilla con la trompeta maestra de Humberto Ramírez: Divinamente Lucy.

En el plató del Night Club Chantilly ella era sencillamente sensacional. "Eres sensacional/ eres divino/ eres angelical/ Tu vida ya me pertenece a mí/ porque en mi sueño yo te concebí." Un tema envolvente de Senén Suárez al que Fernando Álvarez, con su ronquera filinesca, puso timbre masculino.

Lucy -llamada la Muñequita de Chocolate en ese ambiente maravilloso de Ocho Puertas que gocé en el Viejo San Juan, con concurrencia de Renée Barrios, Puchy Balseiro, Lucecita Benítez- se la lucía en Juguete, de Bobby Capó: jugueteaba con el fraseo blues de sus versos.

"Sé que en tu vida/ has tenido/ la mar de aventuras/ Sé que has pecado mil veces/ vendiendo tu amor/Que has convertido en juguete/ de tus travesuras/muchos que a ti te quisieron/ igual como yo/ Puede que juegues conmigo/ y a mí que me importa/ que tú me conviertas en juguete/ de todo tu amor/ No, no me interesa tu historia/ ni el futuro incierto/ si contigo es/ Yo quiero ser un juguete/ si es de tu querer".

Entrega total al jugueteo del amor, al estilo Bobby, un galán conquistador engalanado de etiqueta tropical, a quien el Banco Popular de Puerto Rico dedicara un merecido especial de Navidad: Bardo de Piel Canela (porque los borinqueños exaltan sus valores culturales populares, así como a los de “alta gama”). Una versión de Juguete con el piano diestro de Pijuán se halla en YouTube. La de Humberto Ramírez es puro jazz de embocadura y sordina.

Como a las 9 de la mañana del pasado sábado vibra de nuevo el Galaxy. Es un hermano de mil batallas etílicas y conversas de café con leche. "Se te quedó Los Bohemios, al lado del Lucky Seven de nuestro amigo Evelio Oliva, en la Pasteur, aquel inolvidable y jovial fan del béisbol que introdujo el sabroso sándwich cubano, secundado por Rubén el de La Francesa y Pedro Montesquín el de La Esquina de Tejas".

Un lugar de descarga que frecuenté y que ha tenido vida y movida propia en la Lope de Vega y luego en la 30 de Mayo, en la cercanía de ODC. Con las atenciones de Ada y Titín Terrero, trovadores como Chago, la presencia siempre grata y veterana de Julita del Río, Los Bohemios fue recinto acogedor donde recalaban vocalistas que cantaban por gusto: Papi Cruz, Sonia Valenzuela, Clarita Rodríguez, Francis Santana, Luis Kalaff, Ricky Noboa, Teresa Aida. Donde el inolvidable Fernando Álvarez agotó una temporada.

A pocos pasos del Lucky, en la encantadora aristocrática Pasteur, funcionó un sótano sonoro, debajo de la Galería Arawak de Mildred Canahuate. En El Final, el merenguero Sergio Vargas, de la mano de su básiga el cantautor José Antonio Rodríguez, desarrolló musculatura como bolerista. Una catacumba de camaradería contagiosa, alegre, abierta a la amistad.

De su parte José Antonio -un pana entrañable- ha rodado con su talento andante por los rincones de la ciudad, guitarra en mano y amigos acompañantes. Estuvo en el Hotel Hispaniola en memorables tardes junto a Gonzalito Rubalcaba cuando éste era su huésped en la Primada -Boccato di Cardinale. Anduvo por el Piano Bar del Teatro Nacional con los maestros Manuel Tejada y Jorge Taveras, animando una plaza a ratos soporífera. En Casa de Teatro, el hogar de los artistas de todos los pelajes, ha cubierto ciclos estupendos, solo o en compañía de músicos fabulosos -un Luis Ruíz en la flauta o en el clarinete. Cuando Amaury Pérez aterrizaba en esta tierra, José Antonio lo movía por la Casa, lo llevaba al Maunaloa o al Bar de Teresa. Desborde de amistad antillana. De la buena cala de estas patrias compartidas.

En la Avenida Independencia funcionó Casita Campo en las proximidades del Jaragua parte atrás. Gastronomía de la tradición culinaria casera. Los anfitriones unos amigos queridos: el abogado Manuel Antonio Tapia Cunillera y Mercedes Sánchez. La música, nada menos que a cargo del maestro Enriquillo Sánchez, justo el autor del tema que daba nombre al local. El celebérrimo director de la San José en su fase inicial en Bonao, integrante de la orquesta de Antonio Morel y de otras formaciones.

El flaco atleta, pianista y compositor vegano, tecladista en El Baitoa, el Carimar y en tantos espacios de la mejor bohemia. Pese a la autoría del obligatorio bailable Salve San Cristóbal, fue un espíritu irreverente. Cuando animaba en El Baitoa como director musical, de su amigo compueblano Manuel Sánchez Acosta, lanzó un petardo musical que se regó como pólvora en 1964, motivando al jefe policial Belisario Peguero Guerrero a citar varias veces a su despacho al médico melómano propietario del local. Bajo el Triunvirato, Espectáculos Públicos prohibió El Guardia con el Tolete, una formidable sátira política que Enriquillo compuso bajo el título El Zoo Dominicano.

"Sacaron a un viejo con chiva/ y pasamos por zoquetes/ sufriendo treinta años a un chivo/ y al guardia con el tolete.../ Después que matan al chivo/ entraron los siete gatos/ llevándose hasta los trapos/ y al guardia con el tolete/ Luego vino un Presidente/ y le llamaron ovejo/ el cual perdió ya se sabe/ del guardia con el tolete/ Sonándole ahora un fuete/ entraron los tres jumentos/ cargándole batimentos/ al guardia con el tolete/ ¿Quiénes son los que están mandando?/ Coro: El guardia con el tolete/ Por más que se cante o grite/ Coro: El guardia con el tolete/ Por más que se patalee/ Coro: El guardia con el tolete/ ¿Quién está detrás de la silla?/ Coro: El guardia con el tolete"

En ese coro espontáneo de El Baitoa participábamos todos, en especial habitués como Freddy Beras, Nandy Rivas, los mellizos Pichardo, Tito Saldaña. Artistas trotamundos que renovaban afectos: Negrito Chapuseaux, Simó Damirón, Sylvia D´Grasse, Billo Frómeta. Músicos en moda como Solano, Guillo y Johnny. Hasta un icónico condal Contín Aybar.

En la Hermanos Deligne -donde operó galería de arte y club de amigos, recinto elegante de los arquitectos Nanchú Espínola e Isabel Roques- vibró de noche el Bar de Teresa, antes local regenteado por Giovanni Cruz. Teresa Kidd -ahora en Lungomare del Malecón- brindaba al habitué un abanico de opciones generosas. En el teclado Marquito -quien marcó territorio en el Piano Bar del Club Naco- acompañaba a Teresa y a su hija Tessie Sánchez, voces seductoras con repertorio moderno y toque de teatro.

A la inmensa Mery López -otra estrella de la cosecha naquense-, a una negra retinta cubana que tiene salero y picante de sobra. Versátil, Kalyane, canta, gesticula y baila como una culebra que se te enrosca en el cuerpo. Estuvo Rossana, todo un monumento de cubanía escultural, acertada y con gracia -una muñeca que canta. Del Cono Sur, Argentina, con guitarra y timbre de escuela, Manuela, una artista completa, sentimiento raigal.

Carlos Luis, la mejor guitarra que usted puede encontrar por estas latitudes. Pulsación firme, sonido limpio, destreza digital. Un hombre que ama a esta tierra que le acogió como a uno de los suyos, al abrigo de la ballerina Lourdes Yuyú Ramírez. Cantautor, Carlos Luis es presencia fresca de la que fuera nueva trova cubana, sofisticado como músico y letrista inspirado. Un ser humano de calidad especial.

El recordado Francis Cabral también intervino en el ambiente bolerístico del Bar de Teresa, con su guitarra e interpretaciones profesionales. Un manejo impecable del repertorio romántico. Siempre complaciente con el público, Francis actuó en La Masía, en el Piano Bar del Naco y donde se le convidaba. Aníbal Bravo, quien incursionara con éxito en el merengue, se revelaba como excelente trovador deleitando a los teresianos. El Chino Joa, arquitecto del Macorís Franciscano, tenía cita cada martes con sus seguidores -entre ellos yo.

El Bar de Teresa nos sorprendía de repente con invitados especiales. Myriam Ramos, Amaury Pérez y otras celebridades. Algún show de artista local meritorio, llámese Expedy Pou, con certificado de garantía de calidad. Una voz potente, dulce como miel de panal, entrenada, que destila temas escogidos que se quedan resonando en la membrana del tímpano.

Gente que llegaba y cantaba. Roberto Santana, Ricky Noboa, Milton Ray Guevara. A veces José del Castillo se entusiasmaba. El ingeniero Delgado Malagón se apoderaba del piano y había que escuchar sus soluciones melódicas trabajadas con armonizaciones originales. Manejo diestro de temas de antología, desplegando erudición musical al captar el corazón de cada pieza e insuflarle nuevo aliento.

La música la lleva Pedritín en las venas -parte de una familia entera musical- y en esa máquina cerebral bien aceitada. Momento esperado el suyo, acreditado su arte en los mejores rincones donde las almas se dan cita. Antes de que la vida, correntina y serpenteante, anochezca y sucumba.

En Punto y Corcho de Plaza Andalucía, el bolero también estuvo de fiesta. Allí Carlitos Rivas se ocupó de llevar buen arte. Francis Santana, veteranísimo, con el maestro Víctor Taveras, sembrando las piezas que han vertebrado la historia sentimental de más de medio siglo. Ileana Reinoso, todo un espectáculo a sala llena, con el repertorio de la Lupe, Rocío Jurado, la Pantoja.

Víctor Víctor y el grupo La Vellonera. El doctor Felo Nazario y su banda de galenos músicos. Rossana, esplendente. Mimi, una cubana veterana que anima cualquier ambiente. El viejo trío Los Juglares, con Gautreau sobreviviente. Allí, entre botellas de vino empotradas en tramos, se presentó un excelente CD con temas de Franklin Báez Brugal, baladas siderales y otros encantos, interpretados por voces femeninas frescas y otras consagradas.

Es que el bolero, ese majadero andariego, se comporta como "el musguito en la piedra", al decir sentimental de Violeta Parra. Se riega meloso por los poros del alma.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.