A la Policía le conviene un despojo...
Hasta en Semana Santa todo salió mal
El capellán de la Policía es un cura de línea dura y sus misas de domingo registran buena asistencia, una feligresía muy especial de agentes y familiares. Incluso en ocasiones va el jefe, que ya no es jefe de nombre, sino director, pero al que se sigue tratando como jefe, pues ¿cómo puede llamarse a la superioridad?
El padre Alejandro es muy entretenido y la prensa celebra sus ocurrencias. Días atrás acusó al diablo de andar suelto y de ser responsable de las diabluras de los delincuentes. No se sabe todavía si quiso atacar al demonio o excusar a los asaltantes.
No obstante, parece que Lucifer hace lo propio dentro de la institución, y ni la cruz ni el agua bendita sirven de amparo, y para enfrentarlo se necesita todo un exorcista.
O en todo caso, más que misa, a la Policía le conviene un despojo.
Tiene tanta sal que ni el mar, y todo le sale mal, ya que ni siquiera en las oportunidades que Dios le regala, puede llenar su cometido. En Semana Santa, por ejemplo.
Pudo ser amable, y llenar piscinas, no vaciarlas, o proteger la chercha, no desbaratarla. El resultado no se hizo esperar: nada de aplauso, todo rechifla.