Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Sector eléctrico
Sector eléctrico

2020, año decisivo (2)

La estabilidad actual tiene mucho de ficticio y no se debe a la clarividencia de gurú alguno. Es tributaria del endeudamiento creciente, externo e interno. Las cuentas globales quedan cuadradas en la vertiente de caja, pero con un pasivo de deuda enorme que asfixia la capacidad del Estado para cumplir sus funciones y hace dependiente a la economía de los vaivenes de los mercados de deuda. Es una gravosa hipoteca que recae sobre el futuro de todos.

En un artículo anterior decía que “Si el cambio ha de llegar, tendría que serlo para asegurar la alternabilidad en el poder y consolidar la institucionalidad en todas sus vertientes.”

Ahora agrego que, si el cambio llegara, también tendría que serlo para diluir componendas público-privadas rancias y resolver problemas antiguos que lastran el desarrollo.

Lo primero se soluciona con el relevo en el poder, siempre y cuando no se sustituya un marco de componendas por otro.

En ese sentido, el fomento de las alianzas público-privada debe basarse en un marco legal regido estrictamente por el interés público, y consistir, más que en una consigna y en un camino abierto a la rapiña, en una colaboración leal para unir esfuerzos.

De ahí que sea pertinente revisar con esmero y diligencia el proyecto de ley relativo a este tipo de alianzas que se encuentra en trámites en el órgano legislativo.

Por otro lado, hay dos problemas antiguos de gran envergadura: sector eléctrico y deuda cuasi fiscal. Ambos generan grandes déficit que se convierten en pesada deuda y lastran la calidad del desempeño macroeconómico y financiero.

Ambos deberían ser resueltos a la vez.

La solución del problema eléctrico pasa por la necesidad de que el Estado asuma a plenitud el papel de regulador, administrador competente de reglas claras y supervisor exigente del sistema eléctrico, al tiempo que delega en el sector privado la gestión de la generación y distribución de energía.

Si así se hiciere, desaparecerían las enormes pérdidas asumidas cada año por el gobierno, y los subsidios se limitarían a los estrictamente focalizados.

En otras palabras, la solución del problema eléctrico implica desmontar el negocio lascivo y deshonesto público-privado, establecer tarifas que cubran costos y margen de rentabilidad, descargar de obligaciones financieras al Gobierno.

Lo anterior, garantizaría la suficiencia energética y liberaría cuantiosos recursos financieros a favor del Estado.

Por su parte, el problema de la deuda cuasi fiscal podría resolverse mediante la ejecución de un plan que comprometa recursos anuales por alrededor del 1 % del PIB, para reducirla sistemáticamente. El ahorro que se obtendría, por vía de la solución del problema eléctrico, facilitaría la eliminación de la deuda cuasi fiscal.

Sin embargo, no sería una tarea fácil. Habría que equilibrar las cuentas fiscales en forma progresiva para ir disminuyendo el endeudamiento, al tiempo que desde el Banco Central se reduce en paralelo la colocación de certificados (por lo menos en el monto del aporte fiscal previsto del 1% del PIB), con lo cual se eliminarían las cuantiosas pérdidas operativas.

Si ambas cosas se hicieran, quedaría sellado un contundente pacto por la estabilidad, que incidiría en la mejoría de la competitividad e impulsaría no solo el crecimiento sino también el desarrollo de la economía.

Llevar a cabo ese manejo o gestión no es cuestión de gurús que rigen y ensalman los agregados macroeconómicos. Es algo menos misterioso: comprensión de la complejidad del asunto, convencimiento de la virtud de la disciplina y coraje para actuar.

La estabilidad actual tiene mucho de ficticio y no se debe a la clarividencia de gurú alguno. Es tributaria del endeudamiento creciente, externo e interno. Las cuentas globales quedan cuadradas en la vertiente de caja, pero con un pasivo de deuda enorme que asfixia la capacidad del Estado para cumplir sus funciones y hace dependiente a la economía de los vaivenes de los mercados de deuda. Es una gravosa hipoteca que recae sobre el futuro de todos.

Por lo tanto, si se quiere tener estabilidad en base firme, la tarea consistiría en mantener la disciplina en los agregados monetarios y fiscales, es decir, cuentas equilibradas que lleven progresivamente a la eliminación de la deuda cuasi fiscal y permitan al Banco Central operar sin pérdidas operativas y seguir acumulando reservas internacionales.

Eso, junto al énfasis en un gasto público de calidad, facilitaría despejar amenazas de incertidumbre, reducir la estructura de costos del sistema financiero, liberar recursos de los fondos de pensiones para ser usados en el financiamiento de la expansión productiva y de las exportaciones, y mantener tasas de interés bajas que estimulen la inversión y el empleo.

El peligro estriba en llegar al poder y dejarse seducir por el encanto de utilizar la varita mágica del gasto para resolver situaciones de corto plazo, y empezar a posponer decisiones asociadas a soluciones lejanas en el tiempo, aun fueren imprescindibles para reorientar el tejido económico dañado.

Si así ocurriera, el tiempo se iría sin resolver lo imprescindible y sin transformar lo necesario.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.