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Enfermedades
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“Compasión, dolor y sufrimiento”

El modelo de comunidades compasivas es un instrumento de progreso comunitario donde se asume el proceso de morir y de la muerte como parte de la responsabilidad colectiva.

Un enfermo postrado en una cama padeciendo: es dolor. Su familia y amigos percibiendo: es sufrimiento. El personal de salud sensible: es compasión. La compasión es comprender el drama interior del otro, es reconocerlo en su humanidad, es acompañamiento de manera activa para mitigar el dolor y el sufrimiento; es consolar y aliviar sin adoptar las posiciones jerárquicas, a través de la dependencia, propias de la lástima. “La compasión no es un asunto religioso, es un tema humano; no es un lujo, es algo esencial para nuestra propia paz y estabilidad mental; es imprescindible para la supervivencia humana.” (1)

Una situación de angustia, una condición de desesperación: tienen que ser comprendidas y atendidas con entrega y el más profundo amor; pero nunca prolongar por medios artificiales un estado de agonía irreversible. La naturaleza tiene sus reglas; hay que dejarla actuar. El querer extender lo inevitable sólo con fines mercuriales es perverso y cruel. En el presente, existe un mercado brutal en el área médica donde se otorgan regalos y se pagan comisiones por prescripciones de quimioterapias y radioterapias innecesarias, debido al marcado avance de una enfermedad, que contribuye a la prolongación del dolor y el sufrimiento. Esto promocionado y sustentado por el afán de enriquecimiento de empresas farmacéuticas, centros de radioterapias y de médicos involucrados en este tipo de proceder.

Ante la presencia de una enfermedad catastrófica surge la pregunta: ¿hasta cuándo luchar? El verbo luchar es empleado como estrategia mercadológica por las grandes compañías y actúa mediante la manipulación del sentimiento de culpa en los familiares del enfermo, aprovechando la vulnerabilidad y fragilidad de los mismos, trayendo como resultado la extensión de un proceso doloroso, penoso, triste y de un final inevitable. Táctica que genera pingües beneficios al entramado implicado en ello. “Es moralmente lícito renunciar a los medios terapéuticos, o suspenderlos, cuando su misión no concuerda con un criterio ético y humanístico de la proporcionalidad de la cura. Suspender el uso de medios desproporcionados equivale a evitar el sufrimiento.” (2)

En la actualidad, como consecuencia de la medicalización de la sociedad con sus efectos negativos sobre la cultura y las costumbres, y sus efectos perjudiciales sobre la autonomía personal, surge la medicalización de la muerte. Este concepto se refiere a la modificación del proceso de morir por medio de procedimientos médicos. La muerte, como tema tabú, no es aceptada e incita a la persona a buscar atención médica a pesar de una partida ineludible. El proceso de morir susceptible de la medicalización ha traído como resultado la distanasia o ensañamiento terapéutico, producto de una conducta inducida con fines lucrativos, que retarda la muerte de pacientes terminales por medios artificiales. Esto les impide morir en sus casas junto a sus familiares, y lo hacen en hospitales y centros médicos. La medicalización también ha convertido un estado fisiológico normal, como la vejez, en una enfermedad potencial; ha modificado un proceso natural convirtiéndolo en un asunto de índole médica, consiguiendo aumentar el consumo de medicamentos y métodos diagnósticos no necesarios. En la vejez lo que se necesita es atención, compañía y ser suplidas de la mejor manera posible las facultades perdidas.

Afortunadamente, en contraposición con lo antes expuesto, ha surgido una tendencia hacia el desarrollo de culturas compasivas en múltiples equipos de salud, a fin de brindar un trato humano a pacientes con enfermedades terminales y a sus familiares. Existe en diversos países un movimiento de comunidades para este propósito, con el objetivo de facilitar un cambio cultural en la manera como nos comprendemos y nos relacionamos. Estas comunidades, denominadas compasivas, a través de pequeños actos ayudan a la persona que está muriendo a fallecer sin sufrimiento y a la familia a sobrellevar el duelo. El modelo de comunidades compasivas es un instrumento de progreso comunitario donde se asume el proceso de morir y de la muerte como parte de la responsabilidad colectiva. Estas agrupaciones cuentan con programas llamados de “vigilancia compasiva”, creados para detectar si en la comunidad hay moribundos, ancianos frágiles y aislados, o familias que han sufrido alguna pérdida, con el fin de ofrecerles compasión, ayuda mutua y acompañamiento. En los pacientes tratados desde una visión compasiva se ha observado una disminución importante de los síntomas depresivos, un final de la vida menos angustioso, y un costo de la atención más reducido.

El bienestar al final de la vida debe formar parte del sistema de salud. El papel de la familia y del entorno es fundamental para su logro. Hay que crear conciencia sobre lo que es una enfermedad catastrófica o terminal para llevar la tranquilidad necesaria a los allegados de que, por no ir al hospital, el paciente no se agravará. La despedida en la casa es mucho menos dramática que un centro hospitalario. De frente a lo impostergable y consciente del padecimiento la muerte en el hogar, como responsabilidad única del paciente y de sus familiares, debe ser lo habitual... siempre libre de dolor y sufrimiento.

1. Dalái lama.

2. Papa Francisco.

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