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El cambio

El despotismo y el populismo se atrincheran en los vacíos de conciencia, producto de la pobreza y el atraso, para eternizarse y degradar el entramado institucional. Causan grandes daños al tejido social y económico. El cambio consiste en dejarlos atrás, en el desván trasero de la historia.

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El cambio

Me levanté a las 5.45 a.m. Me duché, afeité, desayuné y salí a cumplir con mi deber ciudadano. Eran las 6.47 a.m. El tránsito estaba fluido. Al cruzar la intersección de la Lincoln con Mejía Ricart, sintonicé la radio. Acababa de empezar la sesión solemne de la JCE que daba inicio formal al proceso de votaciones. Me sentí reconfortado al escuchar las notas del himno nacional.

A las 7.09 a.m. estaba situado en la fila de la mesa 209, del Colegio Luis Muñoz Rivera. Me sorprendió la fuerte concurrencia de votantes.

En aquel ambiente me sentía como si fueran mis primeras elecciones. Se respiraba entusiasmo y era ostensible la determinación de los ciudadanos de tomar las riendas del destino de la patria. En esos instantes recordaba la emoción e ilusión con la que había depositado mi primer voto. La tiranía de Trujillo había quedado atrás y era necesario consolidar la democracia.

En 1962 no tenía edad para votar. En 1966, 1970 y 1974 estaba fuera del país realizando estudios universitarios y luego de postgrado. En 1978 estrené con tardanza mi derecho al sufragio. Luego he votado en forma ininterrumpida.

Votar es un derecho y una responsabilidad a la que concedo mucho valor, a pesar de que muchos creen que el voto consciente no debe valer lo mismo que aquel que no lo es. La democracia funciona apropiadamente en la medida en que se desarrolla el civismo, la educación avanza y se aniquila la ignorancia. Proceso que a menudo se convierte en muy largo.

El despotismo y el populismo se atrincheran en los vacíos de conciencia, producto de la pobreza y el atraso, para eternizarse y degradar el entramado institucional. Causan grandes daños al tejido social y económico. El cambio consiste en dejarlos atrás, en el desván trasero de la historia.

A las 7.56 a.m. marqué con tinta negra la cara de los candidatos de mi preferencia. Satisfecho, salí del recinto. En la calle había gente haciendo fila para entrar y me dije que la abstención iba a ser baja y que el país se ahorraría una traumática segunda vuelta, como ha sucedido. Se notaba en el ambiente. Era un clamor.

Risueño y reconfortado monté en mi vehículo y tomé rumbo a mi casa. Pasé por el frente del Colegio Babeque de la calle Roberto Pastoriza, donde una multitud alegre y confiada hacía fila. Crucé frente al Colegio Aurora Tavárez Belliard. Allí la gente desbordaba entusiasmo y se apiñaba sin respetar la distancia física. En el Club Los Prados reinaba el mismo colorido y asistencia masiva.

Luego vino el conteo de los votos, bien organizado, sin dilaciones. La ponderación de la muestra para ofrecer los resultados fue hecha con profesionalidad. Desde el primer momento marcó una tendencia, necesaria para evitar pataleos sombríos.

Todo transcurrió en medio de una absoluta normalidad.

Toca felicitar al pueblo dominicano por su comportamiento ejemplar y por reafirmar su decisión de convertirse en dueño soberano de su destino.

Es de rigor felicitar a la Junta Central Electoral por su sobresaliente y digno trabajo, que restablece la credibilidad del órgano electoral. Y por haber recuperado la honorabilidad que le había sido cuestionada.

Y felicitar también a los líderes políticos por haber sabido acatar con altura el veredicto de las urnas.

El resultado electoral catapulta al primer plano al Partido Revolucionario Moderno, cuyo liderazgo merece ser reconocido por la alta calidad de su enfoque, ideas y propuestas. Sitúa en segundo lugar al Partido de la Liberación Dominicana, debilitado y desgastado, pero con un caudal de apoyo apreciable. En tercer plano, a la Fuerza del Pueblo, que pudiera convertirse en un fenómeno creciente, tal vez decisivo en venideras elecciones.

Los retos que esperan al nuevo gobierno son enormes y su superación requerirá del esfuerzo y buena voluntad de cada uno de los dominicanos.

Luis Abinader, en cuyas manos queda el destino de una nación que le hado su confianza, ha mostrado una fe inconmovible, que nunca le ha abandonado. Tendrá la responsabilidad de conducirla con sabiduría y buen tino en medio de serias dificultades y precariedades que pondrán a prueba su integridad humana y capacidad de resistencia.

Ruego a Dios que lo ilumine y preserve en su humildad. Le de clarividencia, tacto y firmeza para guiar a este pueblo por el camino del progreso y consolidación de las instituciones, bajo el imperio riguroso de la decencia.

Hoy se levanta una hermosa esperanza, la del cambio. Ojalá mañana se desgaje de consignas y fructifique en realidad.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.